La ruina del ‘ring’ de la Inquisición

Jesús Sánchez Camacho, profesor CES Don Bosco   JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco

Cada día que transcurría, el Pontífice rumiaba una nueva idea del Schema XIII: Constitutio pastoralis De Ecclesia in mundo huius temporis. A comienzos de junio, el texto ya estaba multiplicándose en la imprenta, listo para ser enviado a los obispos que, en el aula conciliar, lo bautizarían como Gaudium et spes. No es desacertado pensar que Pablo VI, mientras preparaba sus discursos para el Congreso Eucarístico de Pisa, cavilara sobre las relaciones hoscas de la Iglesia con una cultura grabada en el Index librorum prohibitorum con tinta de condena. Probablemente, se acordarse de León Elchinger, obispo auxiliar de Estrasburgo, cuando en la tercera sesión del Concilio había abogado por la rehabilitación de Galileo Galilei.

Y, en efecto, el 10 de junio de 1965, en la homilía del Congreso, los pisanos tardaron en reaccionar en un unánime aplauso, quedando petrificados ante una frase milimétricamente calculada por el Pontífice: “Hijos de la Toscana, amad la fe de vuestros santos, la de los magnos espíritus, de quienes ayer y hoy se celebró y celebra la memoria inmortal, Galileo, Miguel Ángel y Dante”.

En el nº 476, Avelino Velasco publica un reportaje sobre la vida y obra de Galileo, a tenor de la alabanza del Papa al hereje que permaneció en una cárcel intelectual que le impidió difundir sus ideas heliocéntricas. En el mismo número, se edita un texto del concurso de cuentos de Vida Nueva, que narra la historia de un boxeador cuya mujer anhela su retirada. Le intranquiliza pensar que el ocaso de la fama de su marido se materialice en un legendario KO.

Hace poco tiempo, un amigo consagrado a la Vida Religiosa me comentaba que los laicos temíamos amar a la Iglesia en forma de crítica. Ciertamente, los amonestados por la Congregación para la Doctrina de la Fe en las últimas tres décadas son o han sido, en su mayoría, religiosos y sacerdotes. ¿Nos falta a los seglares el coraje heterodoxo de algunos religiosos? O acaso, ¿nos sentimos más cómodos y seguros bajo el calor de los inmovilistas o principios ortodoxos? Probablemente, de lo que todos escaseamos es de esa sagacidad que demuele cuadriláteros condenatorios; de esa agudeza que construye areópagos para exponer ideas con amor.

En el nº 2.947 de Vida Nueva

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