Conversión ecológica

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de Barcelona SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

El papa Francisco define la integralidad de la ecología con tres palabras clave: ambiental, económica y social. Las ve íntimamente relacionadas y no separa de ellas su dimensión ética y espiritual.

Solo por citar un aspecto entre muchos, es sabia la mención que Francisco hace del patriarca Bartolomé, al decir que “se ha referido particularmente a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta, porque, en la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos, estamos llamados a reconocer nuestra contribución –pequeña o grande– a la desfiguración y destrucción de la creación”.

Y sigue la concreción: “Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados. Porque un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios” (Laudato si’, 8).

No podemos eludir la parte de responsabilidad individual y la manera en cómo esta influye en la responsabilidad colectiva.

Ante esta realidad, el papa Francisco propone algunas líneas de espiritualidad ecológica a partir de lo que el Evangelio enseña sobre nuestra forma de pensar, sentir y vivir. Así, “vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, y no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la existencia cristiana” (íbid., 217).

Como tantas veces insiste, el fundamento de la conversión ecológica será el encuentro con Jesucristo y su implicación en dejar brotar su influencia en las relaciones con el mundo que nos rodea.

En el nº 2.948 de Vida Nueva.

 

ESPECIAL ENCÍCLICA ‘LAUDATO SI”

Compartir