Una obra de Jean-Marie Ploux, Thierry Niquot, Jacqueline de Tourdonnet (PPC). La recensión es de Martín Gelabert Ballester, OP
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Título: Dios y el sufrimiento del mundo
Autor: Jean-Marie Ploux, Thierry Niquot, Jacqueline de Tourdonnet
Editorial: PPC
Ciudad: Madrid, 2015
Páginas: 167
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MARTÍN GELABERT BALLESTER, OP | Este libro es distinto de otros que también tratan del sufrimiento. Está escrito en forma de diálogo entre tres interlocutores: una madre de familia, que pregunta y provoca, y dos sacerdotes que se dejan interpelar. Digo bien que se dejan interpelar y no que responden. Porque ante el mal, la desgracia y el sufrimiento hay muchas preguntas y pocas respuestas. Buscar respuestas ante el mal es un modo de justificar y explicar. Y los autores entienden que el sufrimiento no tiene ninguna justificación. Ante el sufrimiento y la desgracia, solo cabe la solidaridad con las víctimas.
No estamos ante un discurso lineal, con un esquema bien estructurado. Eso no significa que no haya una línea de fondo, pero es una línea más circular que recta. A mi entender, el libro tiene dos grandes partes. La primera mitad es una reflexión humana, sociológica, política, psicológica, filosófica sobre el mal. Los autores buscan distinguir entre mal, desgracia y sufrimiento, tres conceptos muchas veces intercambiables.
Pero la distinción ayuda a captar algunos matices. El sufrimiento es subjetivo, algo que uno siente. El mal es imputable al ser humano y a su libertad. La desgracia es más amplia que el mal, no es explicable ni justificable desde la responsabilidad humana únicamente. La desgracia tiene que ver con la finitud más que con la responsabilidad. Y asumir la finitud es un modo de reconocer que no somos dioses.
Junto a las víctimas
En la segunda mitad entra en escena el Dios de Jesús de Nazaret. Mirando a Jesús, tampoco encontramos respuestas. Una de las insistencias del libro es que no hay que buscar justificaciones o explicaciones religiosas del mal y, mucho menos, presentar como algo bueno el sufrimiento a base de argumentos religiosos. Ante el mal solo cabe la rebelión, el desacuerdo y la lucha. La parábola del juicio final de Mt 25 es un buen ejemplo de la línea conductora de la reflexión: el “conmigo lo hicisteis” no explica ni el sufrimiento ni sus causas, pero subraya que Dios está en el sufrimiento y que siempre se le ha de buscar junto a las víctimas. El Dios cristiano no explica nada, pero implica.
Es interesante la reflexión sobre el poder de Dios, pues (sobre todo, recordando el genocidio de Auschwitz) se ha llegado a hablar de un Dios débil e impotente. Los autores entienden que, más que de impotencia de Dios, habría que hablar de vulnerabilidad, pero dejando claro que un Dios vulnerable puede desarmar al mal. Este Dios es poderoso. Un Dios que solo se compadece deja la última palabra al mal. ¿Qué esperanza le quedaría al ser humano si lo único que hiciera Dios fuera unir su sufrimiento al del humano?
En el nº 2.948 de Vida Nueva.