El incordio del Sínodo


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida Nueva JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

A las claras. Así recoge el Instrumentum laboris del Sínodo sobre la Familia la incidencia en estas de los aspectos económicos, de la crisis brutal, de la precariedad laboral, que es la gran píldora abortiva del día después, de la víspera y del mes entrante, plazos con los que coinciden ahora los contratos.

No es poca cosa encontrar en las primeras páginas de ese documento un análisis tan terrenal. Y, aunque se desecha con la misma rapidez, se piensa si habrá sido una aportación de nuestra Iglesia, toda vez que ha visto con sus ojos los padecimientos de una austeridad homicida.

Pero no. Aquí muchos siguen con la ONU detrás de la oreja convencidos de que la familia se desintegra para volver a eclosionar en diabólicas tipificaciones debido a una conjura internacional de lobbies rosas y feministas con camisas de cuadros. Aquí no ha habido más crisis que la de valores y de la natalidad. Aquí parece que las separaciones y la convivencia de las parejas se hacían contra la Iglesia, para arrojarle el dato a la cara, sin análisis sociológicos. ¡Ah, la sociología, esa rama indómita a la que se prefería amordazar antes que atender el desamor que ya dibujaban los informes de la Fundación SM!

¿Exagerado? Puede… Es cierto que la Iglesia española ha acogido con mayor solicitud el segundo envío de los cuestionarios del Sínodo y que la respuesta, según quienes han vivido de cerca el proceso, ha sido más entusiasta. Seguro que han contribuido los cambios acaecidos desde hace un año.

Pero son aún significativos los obispos renuentes, los que ven un incordio el método elegido por Bergoglio (sinodalidad pura y dura), los que apañan las respuestas con cinco matrimonios amigos, los que se apoyan en asociaciones familiares que militan en la tercera edad, los que delegan en delegados que a su vez delegan en las pastorales de unos movimientos a los que simplemente erizan las tentaciones misericordiosas de Francisco con las familias que no son como Dios manda, los que se empeñan en que la verdad del matrimonio es únicamente la suya y montan encuentros endogámicos… Y no olvidemos tampoco el cansancio de los buenos, que ya no dan abasto con encomiendas y tareas.

Así, es cierto, no se pueden esperar grandes aportaciones patrias en el Sínodo. Quizás sería el momento para pulsar “pause” y ver cómo hemos llegado aquí. Aunque escueza.

En el nº 2.949 de Vida Nueva

 

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