JUAN CARLOS RODRÍGUEZ. Fotos: SERGIO CUESTA | El sacerdote Jesús García Recio (Aleje, León, 1958), verdadera autoridad mundial en semiología y en estudios orientales, pertenece ya a la Orden Civil de Alfonso X el Sabio. Sabio ya lo era –y desde muy temprana edad–, pero la Encomienda concedida por el Ministerio de Cultura reconoce sus méritos innegables en el campo de la cultura, la educación y la ciencia del creador del magnífico Instituto Bíblico Oriental (IBO).
PREGUNTA.- Este reconocimiento ¿ayuda, ante todo, a la difusión del IBO?
RESPUESTA.- Sí, por eso hay que recibirlo con mucho agrado. Tiene prestigio y atravesamos unos años muy malos para la cultura en general, y para la espiritualidad. Ciertamente, estas atenciones son más que bien recibidas. Además, la Biblia se encuentra muy esquinada, está muy en abandono o en retirada, la han arrinconado mucho en las instituciones; todo lo que sea devolverla a su lugar hace que este libro extraordinario pueda hacer el bien en la sociedad.
P.- Este instituto, ¿atraviesa un momento privilegiado, de prestigio y de expansión?
R.- Es una obra que ha comenzado como las parábolas, como el grano de mostaza. En primer lugar, es una iniciativa privada, no tiene detrás al Estado ni a instituciones. Es un granito que se sembró en el año 2003, pero que venía pensándose desde mucho más atrás, allá por los años 70. Así ha ido creciendo y extendiéndose por diversos lugares, siempre en colaboración con otras entidades: el Seminario de Santiago de Compostela, los agustinos de Valladolid, la Facultad de Teología de Vitoria, el Instituto Superior de Pastoral de Madrid, los Picos de Europa y San Antonio, Texas, con el Mexican American Catholic College. Y, si Dios quiere, el año que viene estaremos con una presencia importante en Oriente, en Bagdad. Como instituto, muy sencillo y humilde, nos tenemos que dejar ayudar porque con las posibilidades que nosotros tenemos no se podría hacer.
P.- Oriente vive unos tiempos durísimos, marcados por la irrupción del Estado Islámico…
R.- La Biblia hace de cordón umbilical con Oriente porque nos lleva a nuestros orígenes, hacia donde procedemos en el sentido espiritual. Allí tenemos nuestro lugar original. Por eso Oriente nos duele a todos, porque todos tenemos allí, de alguna manera, casa y antepasados. Y hay algo muy importante: allí es donde Dios quiso plantar su tienda, donde quiso venir a vivir entre los hombres. Allí están sus huellas. Cuando se dan circunstancias como las actuales, que tienen este grado de perversión con muertes, asesinatos, violencia infinita, una deshumanización que llega a unos extremos inconcebibles… contemplamos que, detrás de todo, está la intención de borrar la huella o el paso de Dios por este mundo. Que no quede noticia de que Dios, en un momento, a través de su Hijo, el Señor Jesucristo, vivió unos años en aquella tierra, es lo que está detrás de esta perversión o de este mal, ahora tan encastrado. Nos pueden matar a todos, cortarnos el cuello; pero tratar de expulsar a Dios, como si Él no hubiera formado parte de la historia de la humanidad, es aún mucho más grave.
Entrevista íntegra solo para suscriptores
En el nº 2.949 de Vida Nueva.