JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco
El 21 de junio de 1965, Pablo VI celebraba el segundo aniversario de su pontificado. Cuando publicó la encíclica Ecclesiam suam, declaró no querer aproximarse a ningún tema abordado en el Concilio para no prejuzgarlo. Ese ejemplo de colegialidad tenía un precedente, Juan XXIII. Pero no era muy común en una Iglesia católica que había definido la infalibilidad del papa en el Concilio Vaticano I, al tiempo que navegaba bajo el temor del galicanismo, del conflicto franco-prusiano y la incertidumbre de la unificación italiana.
En el nº 478 de Vida Nueva, José María Burgos quiere zanjar la sospecha generada sobre la lentitud de Pablo VI en el ritmo del aggiornamento. Primeramente, por su labor conciliar, por los documentos aprobados, el impulso de la renovación litúrgica y la creación del Secretariado para los no creyentes. En segundo lugar, por sus mensajes de paz para Bombay, Vietnam, Congo, Santo Domingo y la ONU. Y por las reformas emprendidas en el Código de Derecho Canónico, la legislación de los matrimonios mixtos, la transformación de la Curia romana y la puesta en marcha de las conferencias episcopales nacionales.
El articulista asegura que “Pablo VI tiene ya bien definida su trayectoria, y solo la ignoran los que no quieran verla. Su paso es vivo. Sus realizaciones, muchas y espléndidas. Y la prueba es que todo el mundo tiene la sensación de que no son dos los años que lleva al timón, sino mucho más”.
¿Se podría decir lo mismo del papa Francisco? Los presidentes de las comisiones preparatorias del Concilio deseaban que sus textos, ajustados a una metodología tomista, se aprobaran con rapidez en el albor del Concilio. No querían escuchar al nuevo mapa teológico desplegado en movimientos como el bíblico, litúrgico, patrístico, misionero, ecuménico y social. Hoy, algunos tampoco quieren poner el oído a la Iglesia alemana. Sus propuestas para el Sínodo de la Familia han tenido como respuesta una campaña mediática que ha optado por la vejación. Francisco, sin embargo, ha preferido la escucha y el diálogo.
En el nº 2.949 de Vida Nueva