EDITORIAL VIDA NUEVA | No es oportunista la preocupación de Francisco por la trata de personas. Era una cuestión recurrente en sus tiempos de Buenos Aires. Por ello, nadie debe extrañarse del congreso que, por deseo suyo, se celebró en Roma y en el que participaron alcaldes de 60 urbes.
Bergoglio –ahora consciente de su repercusión global, convertido en líder moral en un mundo que se va quedando sin referentes– busca poner esta forma de esclavitud humana en el centro de las preocupaciones de los gobiernos.
No es un problema aislado, sino que deriva del mismo maltrato que hacemos al planeta, por lo que la cita de la ONU en París, en la COP21 de noviembre, será decisiva para ver la voluntad de poner fin a esta lacra. Y eso sí sería una novedad. Y dichosa.
En el nº 2.951 de Vida Nueva. Del 25 al 31 de julio de 2015
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