La ‘molesta’ misericordia de Bergoglio


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva


El pueblo fiel no ha tenido necesidad de conocer los grandes conceptos que sostienen el armazón teológico para creer el Credo y tratar de ordenar su vida, con la mejor voluntad posible, de acuerdo a lo que rezaba. No hubiese estado de más una mayor profundización en la fe, cierto, pero no todos han podido, y, sin embargo, siempre han tenido claro qué eran la caridad, la fraternidad y la misericordia. Incluso cuando no las hallaban en las acciones de la Iglesia del lugar, sabían que eran conceptos predilectos para Jesús.

También parecen del gusto de Francisco. De hecho, ha convocado nada menos que un Año de la Misericordia, que se abrirá el 8 de diciembre. “La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona”. Eso sostiene Bergoglio en la bula con la que convoca ese jubileo extraordinario. Pero a este Papa, a su bula, a este jubileo y en definitiva, a sus gestos y reformas, le han salido glosadores dispuestos a poner concertinas a esa misericordia, pues los rigoristas de siempre creen que se están ensanchando demasiado sus límites y pecar va a salir gratis total.

No es nuevo, pero resulta chocante que se pongan gradaciones a la misericordia que anuncia el Papa en una finta que quiere ser intelectual, pero que recuerda a aquel espíritu eclesial que perdonaba un amplio catálogo de pecados según el bolsillo del penitente. Entonces no había nulidades y disoluciones que no pudiese deshacer un buen argumento contante.

Ahora, sin citarlo, pero quienes temen que con tanta misericordia la Iglesia se llene de refugiados que huyen de sus miserias, de sus incongruencias, de sus debilidades, de quienes les han maltratado y engañado, y buscan un acomodo humilde en la casa paterna, advierten contra la compasión merengosa del Pontífice y las falsificaciones de la misericordia. Esta, dicen, ha de estar enraizada en “la verdad del bien”, que debe ser algo que solo conocen ellos, y que, por tanto, solo está a su alcance dispensar.

Son cristianos de pastoral esclerotizada por la norma, por el peso de una tradición que ha sepultado la frescura original del Evangelio, y a los que acaba de retratar el Papa con una de esas frases que se rumian con resentimiento: “Donde hay misericordia, está el espíritu de Jesús. Donde hay rigidez, están solamente sus ministros”.

En el nº 2.957 de Vida Nueva

 

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