LAURA M. LEMING | Catedrática de Sociología de la Universidad St. Mary de Texas
Es un orgullo para mí poder decir que, en cada acto público de la visita del Papa a Estados Unidos, han estado presentes laicos y/o religiosos marianistas. Es más, John Boehner, el presidente del Congreso que le recibió, se graduó en una escuela marianista. Millones de personas vieron a Francisco en vivo. Nosotros estábamos pegados a los televisores y ordenadores para ver al minuto todos los actos y no despegamos la vista de ellos durante su histórico discurso en el Capitolio.
Francisco empatiza con esta sociedad dado que también él es americano e hijo de inmigrantes. Y es que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses proceden de familias migrantes. El Papa nombró durante su discurso a cuatro grandes personajes de la historia de nuestro país. Dos de ellos son personas que cualquier oyente reconoce, como el presidente Abraham Lincoln y el reverendo Martin Luther King. Los otros dos, importantes católicos del siglo XX, como Dorothy Day (una de los fundadores del Movimiento de Trabajadores Católicos) y el monje trapense Thomas Merton.
El ejemplo de estos cuatro compatriotas le sirvió al Pontífice para alentar a los congresistas y al pueblo estadounidense a trabajar por la justicia y la paz, especialmente en favor de los más desfavorecidos. Y nos invitó a todos a seguir la “regla de oro”: tratar a los demás con el mismo respeto y cuidado con el que queremos ser tratados. Sus palabras fueron recibidas con una calurosa ovación de un Congreso puesto en pie, pese a las profundas divisiones que existen entre los congresistas. Esperamos, pues, que tomen conciencia en sus futuras deliberaciones de las palabras del Papa en tantos asuntos que también preocupan profundamente a la Familia Marianista, como son la abolición de la pena de muerte, la acogida de inmigrantes o el apoyo a la familia.
Jorge Mario Bergoglio señaló su deber especial de “construir puentes” y animó a los congresistas a hacer lo propio. En esa misma línea, una de las palabras más repetidas durante su estancia en Estados Unidos fue “diálogo”. Un diálogo para la colaboración y el bien común que nosotros, como marianistas, tomamos como una invitación especial y un reto, puesto que nuestros fundadores también hablaban de cruzar fronteras para llevar el Evangelio de Jesús allá donde vayamos.
Con el espíritu de comunidad que nos caracteriza, laicos y religiosos hemos compartido nuestras impresiones sobre la visita papal. Y de ella destacamos dos puntos principales. En primer lugar, podemos ser una comunidad más atractiva por la forma en que tratamos e invitamos a los alejados. En segundo lugar, podemos compartir el don de nuestra relación con María, cómo experimentamos la misericordia y el perdón y lo extendemos al prójimo.
Recuerdo que un marianista señaló que este viaje ha significado un momento de gloria para los católicos estadounidenses, pero ahora, después de recibir la luz de Francisco, hay que volver a nuestro día a día, a nuestra misión, marcada por la alegría y la esperanza.
En el nº 2.958 de Vida Nueva
LEA TAMBIÉN:
- Francisco no se siente “una estrella” tras su paso por Cuba y Estados Unidos
- El papa Francisco se despide de Estados Unidos: “Que la generosidad y el cuidado por los demás perduren”
- El Francisco más valiente, ante el Congreso de los Estados Unidos
- Discursos íntegros y homilías del papa Francisco en Estados Unidos
- ESPECIAL: Viaje del papa Francisco a Cuba y Estados Unidos
- Más artículos de ‘Entre Marta y María’