Repara mi Iglesia

Uno de los vacíos de la encíclica es la ausencia de una mirada crítica al contexto en que Francisco de Asís canta Laudato si’. La solicitud de Cristo: “Repara mi casa, porque amenaza ruinas” se interpretó en un primer momento como una restauración arquitectónica, después como una renovación exclusivamente eclesial y hoy en día se lee como una invitación al cuidado de la Creación, nuestra casa común, en la que todo está conectado, y el misterio de la Trinidad inspira una espiritualidad de la solidaridad global. ¿Cómo hacerlo?

La conversión ecológica y la ecología integral nos exigen una pastoral de conjunto y la superación de barreras para trabajar interinstitucionalmente. Hay que comprender los problemas específicos de cada territorio, hacer un inventario de iniciativas ambientales y establecer la línea base del  proyecto de gestión ambiental ecoteológica en cada región.

Realizar caminatas de reconocimiento territorial identificando los rumbos de la hermana agua. Asumir como lema “nada ni nadie es basura”, una campaña global frente a la cultura del descarte. Diseñar procesos de formación ecoteológica y articularlos con prácticas para que cada hogar sea una “casa ecológica”, inspirada en los consejos de la encíclica.

Por esto, para cuidar los pajaritos –que también somos nosotros–, hay que cuidar el nido, el árbol donde está el nido, el bosque al que pertenece el árbol, el suelo para sostener los árboles, el agua para mantener el suelo, el suelo para aspirar al cielo. La encíclica nos obliga a echar raíces en nuestro territorio, considerándolo como una casa, como un templo para dar gloria a Dios. Así, la Iglesia trascenderá los muros medioevales para servir a los pobres en el jardín del mundo. ¡Laudato si’!

Alirio Cáceres Aguirre

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