Una obra de Notker Wolf (Narcea). La recensión es de Fernando Cordero, SS.CC.
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Título: Siete pilares para la felicidad
Autor: Notker Wolf
Editorial: Narcea
Ciudad: Madrid, 2015
Páginas: 200
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FERNANDO CORDERO, SS.CC. | Notker Wolf (Unterallgäu, Alemania, 1940) es el abad primado de la confederación benedictina, representante de los más de ochocientos monasterios y abadías de la Orden de San Benito. Además de doctor en filosofía, ha escrito varios libros y participa desde 1981 en el grupo de rock Feedback tocando la guitarra eléctrica. Con esta banda ha editado cuatro discos compactos en los que transmiten contenidos cristianos dirigidos a los jóvenes. En la actualidad reside en Roma y uno de sus ejes de interés es el diálogo interreligioso.
Desde el inicio del volumen, se nos muestra el lenguaje de la felicidad a través de la imagen de los gorriones, cuyos vuelos están marcados por la agilidad, la fugacidad y la fragilidad. Nuestro autor, con una dilatada experiencia y sabiduría que brota de la escucha, sabe que el deseo de cualquier persona es ser feliz. En el libro nos brinda una serie de consejos o pilares –como reza el propio título–, con sustrato en la regla benedictina, para alcanzar la felicidad, referidos a las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y a las cuatro cardinales (fortaleza, justicia, prudencia y templanza). En estas siete virtudes reside el punto de apoyo para edificar la vida verdadera o construir sobre roca, según la parábola evangélica.
Por su servicio como abad primado se ha recorrido el mundo, lo que le ayuda a presentar las virtudes clásicas a través de situaciones cotidianas y de los ejemplos de las más diversas culturas, así como de hondas reflexiones sobre la crisis que ha asolado el planeta. Remarcará que la felicidad no es solo individual, sino que en el horizonte de toda persona han de estar presente los otros, la comunidad, con referencias a autores como Martin Buber: “El yo se realiza solo en el amor al tú” (p. 161). Sin olvidar en ningún momento la relevancia de la libertad acompañada de la moderación, de la justa medida y del tiempo presente para iniciarse en la felicidad con visos de eternidad.
Metáfora de la justicia
Me parece particularmente original y bien tratado el capítulo dedicado a la justicia, en el que usa la metáfora de la fluidez del tráfico romano: “Si alguien sale de una calle secundaria y quiere incorporarse a la vía principal, lo dejo pasar. Yo no pierdo nada, pero por supuesto sigo deprisa tras él; no voy a dejar pasar a los cinco autos siguientes” (p. 37). Se tiene presente la existencia del otro, asumiendo que cada individuo posee también sus derechos. Para aplicar la justicia hay que tomar una cierta distancia, que permita hacerse cargo de la realidad más confusa, y saber decidir de un modo inteligente y correcto, como sucede, por ejemplo, a los policías de la romana Piazza Venezia, en la que desembocan numerosas calles y discurren oleadas de tráfico imprevisibles.
El padre Wolf esgrime la sabiduría de los refranes y de su trayectoria pastoral. En la virtud de la esperanza reconoce que las personas desesperadas no necesitan argumentaciones racionales, sino atención. En última instancia, es el corazón el que tiende un puente sobre el foso de la desesperación y crea nueva confianza en la vida.
Amante de la música clásica y del arte, nuestro benedictino se inspira en Johann Sebastian Bach, uno de los arquitectos capaces de unir lo de arriba y lo de abajo. La felicidad es algo celestial, pero también algo terreno. La experiencia de la trascendencia suele ir acompañada de la “vida buena” entre la gente corriente.
Estamos ante unas páginas que argumentan con lucidez que “las virtudes hubieran servido de ayuda antes de la crisis bancaria y del estallido de la burbuja financiera” (p. 116). La codicia produce congestión en ciertas áreas del cerebro. Esta lectura nos administrará un buen tratamiento para la descongestión.
En el nº 2.959 de Vida Nueva