JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
Junto con el rechazo al toro de la Vega, parece que hoy no hay nada que una más a los partidos políticos que afilan sus programas para el 20-D que un alcanforado tufillo anticlerical. Cierto es que aún menudean declaraciones y modos en nuestra Iglesia que nos devuelven a una eclesiología no solo despreciada con soberana indiferencia por una sociedad que quiere ser moderna, sino que confiábamos ya sepultada por exhortaciones, declaraciones y decretos posconciliares.
Pero ahí siguen el desdichado toro, el fuera de mí no hay salvación y el discurso comecuras de Pedro Sánchez. Unos y otros se retroalimentan con sus argumentos para instalarse en un bucle al que solo le faltaba la reaparición en la salas de cine de Raphael para pensar si todo esto estará pasando en el NO-DO.
Pero no. Está pasando ahora y ahí están Twitter y Facebook para demostrarlo. Incluso Google para recordarnos el recurrente acceso laicista del PSOE (de esa mitad que no es cristiana, cabría recordar) que le provoca retortijones de clase en cada convocatoria electoral. El secretario general socialista ha dicho lo del Estado laico y la religión fuera de las escuelas casi entre espumarajos, con la misma mirada patriótica con la que Artur Mas se subió a la desesperada al carro del independentismo cuando sus propios bueyes ya no daban más de sí.
En nada aparecerá el consabido mantra para soltar en los mítines, un remedo de aquel “más gimnasia y menos religión” que hacía brillar los ojos de Zapatero hasta que el pragmatismo, que es la única ideología que respeta la acción de gobierno, le llevó a dejar en una cajón la reforma de la ley de libertad religiosa y pensar, tras el trágico 11-M, que era mejor subvencionar manuales de religión que combatirla.
“Os pido que seáis más socialistas”, les dijo el obispo Joan Carrera cuando visitó la sede del PSUC en Barcelona, en los años 90, en un acto lleno de inteligencia que pretendía tender puentes. Se refería a que dejasen a un lado la palabrería mitinera y las promesas populistas de cara a la galería e hiciesen cosas por los más necesitados. Alguien dentro del PSOE debería susurrarle a Sánchez estas y otras historias de eclesiásticos y socialistas que ayudaron juntos al bien común.
¿Tienen los obispos a alguien que también sepa susurrar? Esos puentes hace tiempo que están casi intransitables.
En el nº 2.961 de Vida Nueva