EDITORIAL VIDA NUEVA | Las exequias son ya la única ocasión en la que muchos alejados de la fe tienen contacto con una experiencia en la que la Iglesia, con su palabra de esperanza, es maestra. Pero, ¿se cultiva esta pastoral del adiós? ¿Los sacerdotes están preparados para dirigirse a las familias en esos momentos de dolor desgarrado y especial sensibilidad hacia la trascendencia? Salvo pastores y comunidades que viven esto como una esencia en su vocación, la intuición es que falta formación.
También hay que cuestionarse si, más allá de la parroquia, el tanatorio puede ser un espacio nada desdeñable para dar ese abrazo de fe. Y es que, muchas veces, un modo de acompañar, auténtico y en silencio, ya es un testimonio de vida que puede dejar eco en el otro.
En el nº 2.961 de Vida Nueva. Del 24 al 30 de octubre de 2015
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