JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
Hay un cierto escepticismo en torno a las conclusiones emanadas de este Sínodo sobre la Familia recién clausurado. Sin embargo, creo que sí han cambiado varias cosas, y de relevancia, y me parece lo de menos que ninguna aparezca entre los 94 puntos que le han hecho llegar a Francisco. De las aulas sinodales han salido los obispos dando un paso más en la conversión pastoral con la que se presentó este Papa, y ahora los prelados han avanzado en su conversión a la misericordia.
Atrás queda la idea de uniformidad como prueba de toque de un trágala revestido de comunión. De ese Sínodo salen erosionadas por la colegialidad las capas más superficiales de su ser como obispo, dejando al aire las posturas enfrentadas, disputas e incluso las malas artes, que las ha habido.
No pocos se han sentido escandalizados porque esas divisiones hayan sido aireadas. ¿Es malo que haya opiniones distintas, si son propuestas desde la comunión y no desde la coerción? ¿No es preferible y más sana una asamblea que habla que otra que intriga y precocina, a la espera de un simple horneado que le dé el color final de la comunión sin fisuras?
Una comunión que ha durado hasta que ha venido otro papa que ha pesando que estaba bien revisar algunas cosas porque la gente sencilla, en el fondo, no podía respirar con tanta norma. Por ello, resulta muy llamativo que ahora los obispos, sin cambiar la doctrina, con un simple cambio de actitud, se muestren más receptivos al dolor de las familias en sus diversas manifestaciones, que entiendan sin mayor dificultad que abrirse a la misericordia basta para sanar tantas heridas, que se cambien expresiones que excluyen por otras que acompañan, que descubran que el reproche es más laborioso que el abrazo paternal, que es más fácil retirar del camino las piedras que perseverar en cada vez más alambicadas formulaciones del no…
Esto, y más, se ha hecho en los círculos menores y uno se pregunta cómo es que no se había planteado antes si ahora quienes repetían los anatemas acogen estas formulaciones pastorales como algo completamente evangélico… Sí, las familias han salido ganando de este Sínodo. Pero también los obispos, que ya no necesitarán esforzarse en parecer infalibles. Aunque también aquí habrá que verlo caso por caso.
En el nº 2.962 de Vida Nueva