MARÍA ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS | Defensora del Vínculo y Promotora de Justicia del Tribunal Eclesiástico de Madrid
Ha terminado el Sínodo de los Obispos: durante tres semanas, la atención de la Iglesia y de gran parte de la sociedad se ha centrado en la familia, que está pidiendo que se le dé el protagonismo que merece en todos los ámbitos.
En estas semanas hemos sido testigos de quejas y dificultades debido a los problemas a los que se enfrentan las familias, que a veces parecen sin solución, a la urgencia de cambiar la situación actual y a la dificultad de ponernos de acuerdo para hacer las cosas juntos sin imponer los propios criterios.
Sin embargo, el resultado final del Sínodo es todo menos pesimista o desesperanzado; es lógico que haya habido tensiones, pero me quedo con lo positivo: todos los padres sinodales han podido expresar sus preocupaciones, inquietudes y dificultades (también ante la opinión de otros padres). Y han llegado a un texto aprobado por amplia mayoría; los padres de todas las “sensibilidades” se han manifestado satisfechos del trabajo realizado y del texto final.
Pero no solo ellos: toda la Iglesia ha seguido los trabajos del Sínodo, y se percibe un interés por el matrimonio y la familia que va a exigir cambios concretos en la pastoral no solo familiar, sino general: desde la forma en que anunciamos el Evangelio hasta el cuidado de cada situación personal concreta, necesitan un replanteamiento para adecuarse al espíritu que emana del texto final.
Texto que es un grito de esperanza frente al pesimismo del pensamiento contemporáneo: se vuelve a reconocer explícitamente que la familia es lo más importante para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de todo el mundo; y se vuelve a reafirmar que no solo es posible, sino un don de Dios, la familia fundada en el matrimonio indisoluble.
Los padres sinodales piden también tomar medidas para mejorar la situación del matrimonio y de la familia; y hay ayudas concretas que han demostrado su eficacia y que se pueden poner en práctica hoy mismo:
- Formar personas con una preparación adecuada para una específica pastoral matrimonial y familiar, incluyendo la formación para el amor con contenidos afectivo-sexuales y de psicología basados en la antropología cristiana; y reforzar la formación en Derecho Canónico para poder cumplir lo que establecen las conclusiones del Sínodo y el motu proprio Mitis Iudex Dominus Iesus de reforma del proceso de nulidad sobre acompañamiento y solución de las situaciones irregulares.
- Creación/refuerzo de una red de centros diocesanos, con personas de cualificación técnica suficiente, a los que derivar a las familias en dificultad, cuando ha estallado un conflicto o existe una situación de especial complejidad; y completarlo con una atención parroquial a las familias para un acompañamiento cercano y de ayuda en el día a día, que permita detectar problemas más serios para derivarlos a la ayuda específica adecuada.
Son aspectos de acompañamiento a la familia conectados entre sí; y un primer paso para otras reformas necesarias. Lo importante es que, con el Sínodo, ya tenemos señalado un camino: es cuestión de voluntad, de tomar la decisión y empezar a andar.
En el nº 2.962 de Vida Nueva.