JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco
El 13 de noviembre de 1965 (nº 496) la revista profundiza sobre una noticia que marcó un antes y un después en la vida de Ernesto Guevara: su renuncia como ciudadano cubano.
A comienzos de octubre de 1965, Fidel Castro leyó públicamente una carta atribuida al guerrillero argentino, en la que se despedía para continuar la batalla contra su aborrecido imperialismo estadounidense. Castro había encontrado un refugio económico en la URSS, potencia que desconfiaba de un Che cada vez más radical que procuraba extender la revolución por todo el orbe.
La noticia de Vida Nueva apuntaba que, desde hacía meses, resultaba imposible descubrir cuál era su cobijo: “Hay quien cree que está en la Argentina”. Pero los pronósticos no acertaban con su paradero.
El Che se encontraba en el Congo luchando con el CNL. Tras su derrota, Fidel le propuso una misión: liderar una guerra de liberación en Bolivia. Pero el Che tenía un proyecto más ambicioso; arrancar desde allí su revolución por todo el hemisferio. Su plan fracasó cuando el dictador René Barrientos solicitó ayuda a EE.UU. Era el preámbulo
de su captura y ejecución.
Mientras, ETA aprobaba en su IV Asamblea la lucha armada contra el Estado. La historia nos enseña que es justo combatir la represión, pero también ilustra sobre la conducta de autoproclamados libertadores que, cuando detentan poder, instauran una dictadura de otro color.
En el nº 2.964 de Vida Nueva.