EDITORIAL VIDA NUEVA | Después de varios años de quinielas, Barcelona tiene nuevo arzobispo: Juan José Omella. Aterriza en Cataluña en pleno órdago independendista. Es un pastor, no un político. No tiene partida de bautismo catalana pero sí conoce el acento y el sentir catalán. Tendrá que acompañar a un pueblo fracturado y a una Iglesia, en parte, dividida. Su misión más inmediata pasa por ejercer de puente entre unos y otros, ser de todos. De su empeño y trabajo dependerá materializar la cultura del encuentro, para que ésta sea reclamo y motor para la reconciliación de la sociedad civil.
Un equilibrio nada fácil en tanto que requiere ser voz de anuncio y denuncia, huir de la tentación de esconderse en la sacristía cuando la tormenta arrecia, pero de caer en el juego político. No le resultará complicado adoptar esta vía del diálogo pues va en su ADN de servidor. Así es Juan José Omella, el misionero de Francisco en España que trabaja de forma discreta y firme para hacer presente “La Alegría del Evangelio”. Barcelona recibe a un pastor que sabe acompañar a los sencillos, a un cristiano comprometido con la pobreza y al prelado llamado a iluminar sus hermanos en el episcopado.
En el nº 2.964 de Vida Nueva. Del 14 al 20 de noviembre de 2015
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