EDITORIAL VIDA NUEVA | Francisco ya ha advertido en varias ocasiones que la humanidad se enfrenta a una Tercera Guerra Mundial servida en fascículos. Una nueva fórmula tan voraz como las anteriores, pero con un elemento diferenciador clave. El conflicto no nace del enfrentamiento entre dos países por cuestiones geopolíticas o económicas. Un movimiento supranacional autodenominado Estado Islámico ha declarado la guerra a todo aquel que se escape del fundamentalismo. Ni siquiera se trata de una guerra de religiones, en tanto que su objetivo no solo es la cultura occidental con raíces cristianas, sino el propio islam, alejado de estos postulados. La irracionalidad que le acompaña hace que la barbarie terrorista no tenga límites. Todos somos objetivo.
Ante esta amenaza indiscriminada que se traduce en matanzas, se corre el riesgo de responder con la venganza, desde el miedo, con la misma beligerancia y similares armas que el enemigo declarado. Junto al contraataque, la cultura de la sospecha toma forma y el miedo puede traducirse en un rechazo más o menos manifiesto al diferente, se llame refugiado procedente de un país de Oriente o profese la religión musulmana. De ahí al cierre de fronteras, a las proclamas xenófobas y al bloqueo de la solidaridad, solo hay un paso.
Esta nueva forma de guerra exige buscar
otras vías más allá de las acciones en legítima defensa;
la negociación y la diplomacia son herramientas aparentemente débiles,
pero nunca descartables.
Esta nueva forma de guerra exige buscar otras vías más allá de las acciones en legítima defensa, métodos diferentes para frenar y acabar con esta lacra. Ante la cerrazón del Estado Islámico, la negociación y la diplomacia se presentan como herramientas aparentemente débiles, pero nunca descartables. Sin embargo, bajo ningún concepto contribuir a la escalada de la violencia va a convertirse en solución.
El combate va por otros lares. El secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, ha planteado ejercitar lo que llama “la ofensiva de la misericordia”. Desde ahí se entienden medidas como la condena firme y sin paliativos de todos los líderes musulmanes, un compromiso activo de la comunidad musulmana como parte de la solución para erradicar el discurso de los radicales, neutralizar las redes de captación del Estado Islámico y trabajar para diluir los guetos migratorios apostando por la integración y la educación, acabar con todas las vías de financiación de los terroristas y quienes los amparan, un verdadero compromiso para buscar una salida al enjambre de Oriente Medio.
Ante una amenaza global solo se puede reaccionar desde una estrategia de movilización mundial, con una actuación conjunta de todos los actores: estados, empresas, religiones, organizaciones internacionales… Solo así se puede arrinconar el terror, diluir el miedo y construir la paz.
En el nº 2.965 de Vida Nueva. Del 21 al 27 de noviembre de 2015
LEA TAMBIÉN:
- A FONDO: ¿”Estamos en guerra”? Una respuesta justa al horror de París
- ENTREVISTA: Cardenal de París: “No debemos caer en la trampa de buscar un chivo expiatorio”
- OPINIÓN: ¡Vivir!, por Guillaume Goubert, director de La Croix (solo suscriptores)
- ENTRE MARTA Y MARÍA: Los musulmanes no somos terroristas, por Shereen Dagani, periodista de la emisión árabe de Radio Exterior de España (solo suscriptores)
- VATICANO: Francisco: “El camino de la violencia y el odio no resuelve los problemas de la humanidad”
- VATICANO: Francisco sobre los atentados de París: “No hay posible justificación, ni humana ni religiosa”
- IGLESIA EN EL MUNDO: La Iglesia española muestra su “repulsa más absoluta” hacia los atentados de París
- IGLESIA EN EL MUNDO: #PrayforParis: obispos, instituciones y fieles lloran con las víctimas de los atentados
- EDITORIAL: ‘Yihadismo’ europeo
- A FONDO: Fundamentalismo: no en nombre de Dios
- ENTREVISTA: Michael Fitzgerald: “Los fundamentalistas falsifican el islam para hacerse con el poder” (solo suscriptores)
- IGLESIA EN EL MUNDO: Obispos de Irak: “El Estado Islámico es un cáncer y solo puede ser extirpado”