PILAR DEL BARRIO | Secretaria de la Familia Dominicana en España
El 21 de noviembre se abría el jubileo por los 800 años de la Orden de Predicadores celebrando una eucaristía especial, presidida por el provincial de la Provincia de España, acompañado por varias decenas de frailes y centenares de miembros de la Familia Dominicana, formando un coro polifónico que, lleno de entusiasmo, proclamó su alegría y agradecimiento profundo por ser parte de esta gran aventura de la predicación.
Dominicos y dominicas, frailes, hermanas y laicos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores. Una manera de ser, una polifonía que cumple ocho siglos. Así fue desde el principio, así lo quiso Domingo de Guzmán, así lo quiso la Iglesia… cuando todavía no se hablaba de “misión compartida”.
En el fondo de este hecho sorprendente, nacido en el contexto de la Iglesia medieval, hay una lógica aplastante: la predicación nace de una doble escucha: a Dios y a los hombres y mujeres de cada momento histórico. Prestar oído a la Palabra y a las personas es tarea nada fácil, sobre todo porque escuchar implica despojarse de sí mismo, atender pacientemente, sin juzgar, acogiendo, haciendo hueco al Otro y a los otros en tu vida… Escuchar con el oído y el corazón, con la percepción femenina y la racionalidad masculina, desde la experiencia del claustro y el silencio contemplativo, pero también con esa capacidad para escuchar en medio del bullicio que desarrollan quienes están todo el día y todos los días en medio del mundo.
Predicar en nuestro mundo no puede ser sino tarea de todos: laicos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos… que se encuentran para compartir lo escuchado y buscar respuesta a las preguntas que han descubierto en los ojos y el corazón de aquellos a quienes hemos encontrado por el camino de la vida. ¿Cómo, si no, atrevernos a hablarle a la familia, a los jóvenes, al mundo del trabajo, cómo dialogar con la ciencia o la filosofía, con la economía o la política?
Como mujer dominica, sé que nadie hablará si yo callo, que estoy llamada a predicar desde esta escucha compartida con mis hermanos y hermanas dominicas, y me parece un privilegio que celebro cada día.
En el nº 2.966 de Vida Nueva