Un libro de Víctor Codina, SJ (Sal Terrae) La recensión es de Diego Tolsada
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Título: El Espíritu del Señor actúa desde abajo
Autor: Víctor Codina, SJ
Editorial: Sal Terrae
Ciudad: Santander, 2015
Páginas: 192
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DIEGO TOLSADA | Es largo el recorrido de Víctor Codina. Largo y rico. Se trasladó a Bolivia en 1982, donde ha desplegado una actividad variada, haciendo praxis su fe en la enseñanza universitaria de la teología, la pastoral con las comunidades de los más sencillos, la formación de los laicos y una abundante obra escrita.
Con el presente título intenta responder a la ya vieja petición de una teología del Espíritu Santo en nuestra Iglesia. Tras años de vida eclesial bastante asfixiada y falta de vitalidad en la práctica y marcada fuertemente por el “cristomonismo” en el pensamiento, hay que recuperar el papel del Espíritu en la vida de la Iglesia, aprovechando las expectativas suscitadas por Francisco, a quien está dedicado el libro. La obra es una historia del Espíritu o, mejor, una historia de cómo la comunidad ha ido viviendo la acción del Espíritu en ella a lo largo del tiempo.
El punto de referencia es el cristianismo latinoamericano. Según Codina, desde mediados del siglo pasado se ha producido en él en una “irrupción volcánica del Espíritu”: Medellín (1968) y Puebla (1979), el movimiento de las Comunidades Eclesiales de Base y la Vida Religiosa, y tantos mártires permiten afirmar que “Dios ha pasado por América Latina, más concretamente, el Espíritu Santo ha irrumpido en este continente” (p. 40) y esto, como dice el título, “desde abajo”, desde los más pobres, que será la tesis vertebradora de todo el libro.
La acción del Espíritu en la Escritura puede articularse en torno a tres ejes: el Espíritu es Espíritu de justicia, aliento de vida en situaciones de caos y muerte, y padre-madre de los pobres. Sigue una sugerente reflexión sobre el Espíritu en los Padres de la Iglesia, buscando su presencia en los pobres.
Tras los datos de Escritura y patrística, aborda la tradición cristiana occidental y oriental. En la primera se produce el olvido del Espíritu a favor de Cristo y de la Iglesia (esencialmente como jerarquía), pero el Espíritu se mantiene vivo en los movimientos espirituales de todo tipo. Con la Contrarreforma se acentúan más aún los elementos objetivos y estructurales, dejando de lado lo carismático. Se suple la ausencia del Espíritu con otras realidades, que intentan llenar ese vacío (los más señalados son una determinada manera de ver la Eucaristía, y las figuras del papa y de María).
Ausentes del Concilio
Es cierto que el Vaticano II supuso un cambio del modelo eclesial, pero, a pesar de las numerosas referencias al Espíritu, esa pneumatología no se relaciona con los pobres (los grandes ausentes del y en el Concilio). Entre pneumatología y pobres ha habido más paralelismo que convergencia, quizás porque la teología se sigue haciendo mayoritariamente desde los países más ricos, sin experiencia vital de la pobreza.
El último capítulo aborda explícitamente la tesis que se ha ido presentando en las páginas anteriores. Una afirmación clave: en el fondo, toda teología nace de una experiencia espiritual (p. 153). Y la experiencia subyacente a la Teología de la Liberación (TL) es la pascua del éxodo, la misteriosa y especialísima vinculación de Dios con los oprimidos y empobrecidos. Su contexto vital (Sitz im Leben) es un contexto de muerte (Sitz im Tode).
La TL está profundamente marcada por el tema de la pobreza y por el tema del Espíritu. Pero ¿se ha producido una verdadera síntesis? No lo parece. Es el momento de intentarlo, ante los profundos cambios sociales que el continente ha experimentado, entre ellos la recuperación de la democracia en casi todos los países, dejando atrás los regímenes dictatoriales, el surgimiento y vertebración de la sociedad civil, la influencia de la posmodernidad. La TL no puede seguir siendo la misma que la que fue en sus inicios, pero sigue conservando la ineludible tarea: sigue siendo necesario iluminar la realidad concreta del continente desde la fe.
Un libro –a la vista de lo dicho– sesgado, felizmente sesgado desde la situación vital de tantos seres humanos que sufren y a los que no se puede olvidar. Y un libro humilde: Codina, tras tantos años de vida y de servicio, emprende una lúcida y sencilla autocrítica con la mirada fija en la tarea de responder desde la fe a la siempre cambiante realidad de la vida.
Pienso que la teología española está desde hace años en una situación privilegiada para servir como puente entre aquella TL, a la que podemos entender al menos en lo esencial, y la teología centroeuropea, que, por las condiciones sociales en las que se desarrolla, siempre ha tenido muy serias dificultades (a pesar de bastantes buenas voluntades) para asumir todo lo mucho de bueno que tiene el pensamiento cristiano de la periferia.
En el nº 2.972 de Vida Nueva