Relato roto

Relato roto

Zanab refugiada siria ZANAB | Refugiada siria

Zanab, su marido, sus tres hijos y sus padres (el padre, mayor y muy enfermo, está en silla de ruedas) tuvieron que abandonar Alepo por la guerra. Musulmanes practicantes, trabajaban en el comercio de algodón. Pero su casa fue destruida y ya no hubo marcha atrás. Era forzado huir. Llegaron a la parroquia de San Carlos Borromeo, en Madrid, tras pasar más de un año en el CETI (Centro de Internamiento de Inmigrantes) de Melilla. Ahora viajan a un país al norte de Europa. Se van de España dolidos por el trato. Les marcó especialmente el tiempo que estuvieron “retenidos” en Melilla, donde las condiciones de vida eran espeluznantes.

Entre las cosas difíciles, reconoce Zanab, lo peor fue no poder compartir la noche con el marido y padre de sus hijos durante el tiempo en el CETI, pues los pabellones están separados entre hombres y mujeres. Este es, a vuelapluma, su testimonio escrito para Vida Nueva antes de partir. Otra vez hacia un destino incierto:

Hay una guerra. Huyes. Aunque lo hayas planeado, cerrado tu casa, vendido tus cosas, preparado el equipaje, es una huida. Todo es camino. Seguir hacia adelante. Sabes que no puedes volver. Cada mañana piensas en seguir hacia delante. Pero cada noche sueñas con volver hacia atrás. Y un día te acuestas y ya no sueñas. Y una mañana te levantas y no puedes seguir adelante. Esa es la frontera.

En cada frontera te dejas algo: al principio, solo dinero; hay que pagar por pasar seguro. En otras te dejas algún documento, quizá el pasaporte de tu hijo o el certificado de matrimonio. Tú los llamas papeles, pero no son solo papeles, te recuerdan quién fuiste. Pero luego vienen más fronteras y empiezas a perderlo todo: pierdes el dinero, los papeles, pierdes también tus palabras, te las van robando, ya no puedes explicar lo que te pasa. Pierdes el corazón, pierdes las fuerzas.

En el camino pierdes a tus hijas mayores. En las fronteras pierdes a tus hijos más pequeños. Yo perdí a mis tres hijos en Melilla. Dos meses. Dos meses. Es una huida. Huyes de tu casa porque hay una guerra. Sigues adelante. Sigues porque estás huyendo. Huyes de la guerra para llegar a Europa. Y llegas a Europa. En Europa también hay una guerra: una guerra contra los refugiados. Y ya no sueñas nunca más. Ya no puedes seguir adelante”.

En el nº 2.972 de Vida Nueva

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