JOSÉ LUIS CELADA | Redactor de Vida Nueva
El 31 de enero, después de casi medio siglo al servicio de la educación, cerrará definitivamente al público la madrileña Librería Pedagógica. “Hemos hecho todo lo posible por mantenerla en funcionamiento, pero la crisis del mundo del libro ha podido con ella”, se lamenta su directora, Pilar Gallego, en una breve nota de agradecimiento enviada a clientes y amigos.
El informe Observatorio de la Librería 2014, elaborado por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), constataba que, durante ese año, en España se cerraron entre dos y tres librerías cada día. Un dato que la propia Gallego –entonces presidenta del citado organismo– achacaba a la “falta de políticas adecuadas para la lectura por parte del Gobierno y de un compromiso de la sociedad y la familia frente al libro y la lectura”. Así las cosas, no parece que baste con reinventarse y concebir espacios “multidisciplinares” de ocio donde el amor por la letra impresa convive con un cierto postureo.
El adiós de la Librería Pedagógica, todo un referente para padres, profesores, colegios, universidades y bibliotecas, es otra consecuencia más de la defunción gradual de un sistema educativo sometido a las leyes cambiantes de los gobernantes de turno.
En el nº 2.974 de Vida Nueva