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Discurso del papa Francisco a las familias mexicanas en Tuxtla Gutiérrez – 15.02.2016

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Encuentro en el Estadio “Victor Manuel Reyna” de Tuxtla Gutiérrez (Chiapas)

Queridos Hermanos y Hermanas

Quiero dar gracias por estar en esta tierra chiapaneca. Es bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Gracias le doy a Dios por sus rostros y presencia, gracias doy a Dios por el palpitar de su presencia en sus familias. Gracias también a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, de sus vidas; nos han permitido estar en sus “mesas” compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas. El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar.

[TEXTO IMPROVISADO:] Manuel, antes de darte gracias por tu testimonio, quiero dar gracias a tus padres, los dos, de rodillas, delante tuyo teniéndote el papel. ¿Vieron qué imagen es esa? Los padres de rodillas ante el hijo que está enfermo. No nos olvidemos de esa imagen. Por ahí de vez en cuando ellos se pelean por algo. Qué marido y qué mujer no se pelean, y más cuando se mete la suegra. Qué importa, pero se aman y nos han demostrado que se aman y son capaces, por el amor que se tienen, de ponerse de rodillas delante de su hijo enfermo. Gracias, amigos, por ese testimonio que han dado y sigan adelante.

Manuel, gracias por tu testimonio y especialmente por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que usaste: “Echarle ganas”, como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres. Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando, soñando y construyendo una vida que tenga sabor a hogar, a familia. [TEXTO IMPROVISADO:] ¿Le echamos ganas? Así me gusta.

Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que desde tiempos lejanos ha peleado. Cuando parecía todo perdido esa tarde en el jardín del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja y le dijo que no todo estaba perdido. Cuando el Pueblo de Israel sentía que no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el maná. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre dándonos a su Hijo.

De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué?

Porque no sabe hacer otra cosa. Él sabe echarnos ganas, ¿por qué? Porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas veces aguados en vino de fiesta. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre nuevas todas las cosas.

Me pediste, Manuel, que rezara por muchos adolescentes que están desanimados y en malos pasos. Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas. Y, como bien dijiste, muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con quien hablar. [TEXTO IMPROVISADO:] Piensen los padres, piensen las madres. ¿Hablan con sus hijos y sus hijas, o están siempre ocupados o apurados? ¿Juegan con sus hijos y sus hijas?

Y eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Si mal no recuerdo, Beatriz, vos dijiste: “La lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad”. [TEXTO IMPROVISADO:] Cuántas veces te sentiste señalada, juzgada, esa. Pensemos en toda la gente, todas las mujeres, que pasan por lo que pasó Beatriz. La precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mínimo nos puede desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte ya que no sabemos cómo hacer para salir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. La precariedad no solo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. [TEXTO IMPROVISADO:] Y vos fuiste valiente, Beatriz; gracias. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa, que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero.

Manuel y Beatriz usaron sin darse cuenta la misma expresión, ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos enfrentamos es “cortarnos solos” y lejos de “echarle ganas”; esa actitud es como una polilla que nos va secando el alma.

La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos deja vulnerables a tantas aparentes soluciones, se tiene que dar a distintos niveles. Una es por medio de legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad.

[TEXTO IMPROVISADO:] Ustedes se animaron, ustedes rezan, y ustedes están con Jesús, y ustedes están integrados en la vida de la Iglesia. Usaron una linda expresión: comulgamos con el hermano débil, el enfermo, el necesitado, el preso. Gracias, gracias.

Hoy en día vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento.

[TEXTO IMPROVISADO:] Y se van inoculando en nuestras sociedades, se dicen sociedades libres, democráticas, soberanas, se van inoculando colonizaciones ideológicas que las destruyen y terminamos siendo colonias de ideologías destructoras de la familia, del núcleo de la familia que es la base de toda sana sociedad.

Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una familia y sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. [TEXTO IMPROVISADO:] ¿Cuántos chicos tenés? No no tenemos porque, claro, nos gusta salir de vacaciones, ir al turismo, quiero comprarme una quinta, el lujo y el confort… y los hijos quedan y cuando quisiste tener uno ya se te pasó la hora. ¡Qué daño que hace eso! Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión.

[TEXTO IMPROVISADO:] Prefiero un hombre y una mujer, don Aniceto y señora, con el rostro arrugado por las luchas de todos los días que después de más de 50 años se siguen queriendo. Y ahí los tenemos, y el hijo aprendió la lección, ya lleva 25 de casado. Esas son las familias. Cuando le pregunté recién a Don Aniceto y señora quién tuvo más paciencia en estos más de 50 años: “Los dos, padre”. Porque en la familia para llegar a lo que ellos llegaron hay que tener paciencia, amor, hay que saber perdonarse. “Padre, una familia perfecta nunca discute”. ¡Mentira!, es conveniente que de vez en cuando discutan y que vuele algún plato, está bien. No le tengan miedo. El único consejo es que no terminen el día sin hacer las paces, porque si terminan el día en guerra van a amanecer ya en guerra fría, y la guerra fría es muy peligrosa en la familia, porque va socavando desde abajo. Las arrugas de la fidelidad conyugal. Gracias por el testimonio de quererse por más de 50 años, muchas gracias. Y hablando de arrugas para cambiar un poco el tema, recuerdo el testimonio de una gran actriz, actriz de cine, latinoamericana. Cuando ya casi sesentona comenzaba a mostrarse las arrugas de la cara y le aconsejaron un arreglito para poder seguir trabajando bien. Su respuesta fue muy clara: “Estas arrugas me costaron mucho trabajo, mucho esfuerzo, muchos dolor y una vida plena. Ni soñando las quiero tocar, son las huellas de mi historia”. Y siguió siendo una gran actriz. En el matrimonio pasa lo mismo. La vida matrimonial tienen que renovarse todos los días. Como dije antes prefiero familias arrugadas con heridas, con cicatrices pero que siguen andando, porque esas heridas, esas cicatrices, esas arrugas son fruto de la fidelidad, de un amor que no siempre fue fácil. El amor no es fácil, no, pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí, el verdadero amor, para toda la vida.

Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar a hacerlo ahora mismo, con ustedes. Ustedes queridos mexicanos tienen un plus, corren con ventaja. Tienen a la madre: la Guadalupana quiso visitar estas tierras y eso nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella está siempre dispuesta a defender nuestras familias, nuestro futuro; está siempre dispuesta a “echarle ganas” dándonos a su Hijo. Por eso, los invito a tomarnos las manos y decirles juntos a ella: Dios te salve María… [TEXTO IMPROVISADO:] Y no nos olvidemos de San José, calladito, trabajador pero siempre al frente, siempre cuidando la familia. Gracias. Que Dios los bendiga y recen por mí.

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