Los gurús de la economía miran de reojo a China y anuncian otra crisis cuando no se han pasado los efectos devastadores de la Gran Recesión. En Davos, donde cada año se juntan quienes diseñan la economía global, anuncian una cuarta revolución industrial cuando en tantos lugares del mundo están esperando las ondas gravitacionales de la primera.
Son las dos velocidades de un mundo que echa más madera a una locomotora a la que no le responden los frenos siquiera de una ética de mínimos, un mundo “en el que la fuerza de algunos ya no puede sobrevivir sin la vulnerabilidad de otros”, como ha dicho el papa Francisco en su nueva incursión en la geografía del descarte, esta vez en los agujeros negros de México. [DOCUMENTOS: Discurso del papa Francisco a los obispos de México]
¿Hay alguien de los que tienen la posibilidad efectiva de cambiar este mundo que escuche a este Papa? Sus discursos son aplaudidos (menos por una parte de los obispos mexicanos) y los jefes de Estado le consideran un líder moral, pero sigue clamando en el desierto, aunque lo haga desde las arenas movedizas de Washington, la ONU o Estrasburgo.
Incluso los de Davos le pidieron un discurso –que leyó en su nombre el cardenal Turkson– en donde, en las narices de un puñadito de ese 1% que posee más riquezas que el restante 99% de los habitantes del planeta, les rogó, “por favor, no se olviden de los pobres”, inmediatamente antes de que el puñadito diera la bienvenida a la robotización de millones de empleos en el mundo…
En Chiapas, Bangui, Lesbos…, quienes se han acostumbrado a sentirse disminuidos, como dijo el Papa de los indígenas, buscan la justicia de las víctimas. Si no queremos dársela, habrá que pensar qué hacer cuando el 99% reclame lo que no son sino sus derechos humanos básicos. Ya ha pasado otras veces en la historia.
En el nº 2.977 de Vida Nueva