EDITORIAL VIDA NUEVA | Contenido, es cierto, pero se respira optimismo ante el III Encuentro de laicos y religiosos en misión compartida que se celebra el 5 de marzo en Madrid. Se puede decir que se trata de un optimismo fundado, porque el impulso que se dio en la primera cita celebrada en 2014 al deseo de que laicos y religiosos, desde su vocación específica, compartan vida y misión, está teniendo una respuesta muy alentadora, como recogen las cifras para esta convocatoria: casi 700 inscritos y más de un centenar de congregaciones.
Pero un optimismo, además, bien informado, pues no se pierde de vista que este es un camino eclesial de largo alcance y que el trayecto está lleno de dificultades. Los prejuicios mutuos, históricos, están ahí, pero precisamente es compartiendo como se logra que se vayan diluyendo, y esto es algo que se aprecia sobre todo en aquellas congregaciones que llevan más tiempo dando cabida a quienes el Vaticano II invitó también a ser protagonistas en el anuncio.
Pero siendo fundamental el deseo de querer no solo que la misión, sino la vida, sea compartida, sigue siendo necesario purificar actitudes, comportamientos y aquilatar voluntades. Y, para ello, la formación es ineludible e inaplazable.
En el nº 2.979 de Vida Nueva. Del 5 al 11 de marzo de 2016
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