Un libro de Eduardo de la Hera Buedo (San Pablo) La recensión es de Antonio Mª Calero, SDB
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Título: Dios abrazado a este mundo. Relatos sobre el Dios cristiano
Autor: Eduardo de la Hera Buedo
Editorial: San Pablo
Ciudad: Madrid, 2015
Páginas: 336
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ANTONIO Mª CALERO, SDB | A juicio del autor, “este es un libro atrevido porque habla de Dios”. Deja claro desde el principio, igualmente, que “no es un tratado de teología sistemática” ni “un libro lineal, aunque tiene su lógica y avanza progresivamente en los temas elegidos”. Efectivamente, estamos ante un volumen que, teniendo como eje a Dios (que abraza y se abraza a este mundo), se estructura en diez grandes bloques precedidos por una amplia introducción y culminados por un epílogo.
Se trata, según apunta el subtítulo, de relatos sobre el Dios cristiano. Partiendo de la que puede llamarse la cuestión esencial –la existencia de Dios y su significado para el hombre de hoy–, aborda una serie de cuestiones actuales relativas a Dios, tratadas con conocimiento de causa e indudable agilidad. Así, va pasando revista al Dios gratuito, a los atributos de Dios, al Dios de dioses, al Dios cristiano y a las caricaturas de Dios. Después de presentar al Dios autor de una creación que es fundamentalmente bella, se centra en la persona de Cristo como icono del Padre, para referirse finalmente a los que oficialmente perdieron a Dios, haciendo ver que, de todas formas, Dios late en el corazón del mundo.
Si se me permite, haría una observación global a la obra: a pesar de no estar “ante un tratado de teología sistemática”, sino frente a un conjunto de serias y actuales reflexiones sobre el Dios cristiano, sí hubiera agradecido una mayor linealidad en la sucesión y tratamiento de los distintos bloques en que se articula la obra. Se evitaría así la impresión de estar ante un conjunto fragmentado de interesantes reflexiones, meramente yuxtapuestas, acerca de un tema único: Dios. Un Dios, por lo demás, que no aparece en la misteriosa e imprescindible realidad de su ser trinitario.
¿Cómo se engarza la Persona de Dios Padre con la Persona de Cristo, el Hijo, para que no estemos ante dos Dioses? Además, ¿es verdaderamente cristiano un Dios que prescinde de forma normal y pacífica de la Persona del Espíritu Santo? Ese dios, ¿no sería una caricatura más a añadir a las que el autor presenta en el capítulo VI? Esta mayor sistematicidad ayudaría, además, al lector de cultura media a hacerse una idea orgánica de ese misterio insondable al que los cristianos llamamos Dios, que se ha manifestado sorprendentemente en la persona de Cristo por obra del Espíritu.
En el Epílogo, Eduardo de la Hera hace una original presentación de diez categorías de amigos de Dios, que van desde los contemplativos hasta los misioneros, voluntarios de Dios, pasando –entre otros– por los obispos, los presbíteros, los maestros de escuela, sin que falten, por supuesto, los teólogos. Igualmente estimulante resulta la invitación que hace a los lectores en la contraportada para que completen, “con las propias reflexiones, búsquedas y plegarias”, la imagen del Dios que busca al hombre “desde abajo, y hasta desde muy abajo”.
En el nº 2.981 de Vida Nueva
