JOSÉ LUIS CELADA | Redactor de Vida Nueva
Cuando las conversaciones (¿regateos?) entre la Unión Europea y Turquía sobre el destino de los refugiados alcanzaban su punto crítico, cayó en mis manos un libro de sorprendente diseño y fácil lectura (bastan cinco minutos para recorrer sus páginas y repasar la veintena de certezas que glosan sus originales ilustraciones): Soy un punto (San Pablo), de los italianos Giancarlo Macrì y Carolina Zanotti, una aventura visual protagonizada por ¡puntos!
Como los seres humanos –apenas una diminuta partícula en la inmensidad del universo–, los hay blancos y negros, solos y con “amigos”, de arriba y de abajo, de aquí y de allá… Puntos que trazan las miserias y esperanzas de un mundo necesitado de todos para abandonar el punto muerto de tantas y tantas seguridades, para iluminar los puntos ciegos de nuestros políticos o para que la justicia y la solidaridad constituyan ese gran punto de apoyo sobre el que lleguemos a cimentar juntos la convivencia en el planeta.
A falta de que cada cual despierte su conciencia y descubra sus puntos débiles, siempre viene bien que nos pongan los puntos sobre las íes. Aunque sea con una fábula jaspeada.
En el nº 2.981 de Vida Nueva
