DARÍO MENOR (ROMA) | Luchia, Sira, Osma y Mohammed saben bien que los refugiados son el ojito derecho del papa Francisco. Lo atestiguan sus pies derechos, ante los que Jorge Mario Bergoglio se arrodilló el 24 de marzo para lavarlos, secarlos y besarlos durante la misa de la Cena del Señor del pasado Jueves Santo. Provenientes de Eritrea, Malí, Nigeria y Siria, estas cuatro personas forman parte de los 11 refugiados y una trabajadora de la cooperativa social Auxilium, que protagonizaron el momento más emotivo de la ceremonia que conmemora el lavatorio de Jesucristo a los 12 apóstoles.
La ceremonia tuvo lugar en el centro de acogida para solicitantes de asilo de Castelnuovo di Porto, unos 40 kilómetros al norte de Roma. El maliense Sira Maligata, de 37 años, llegó al centro escapando de la guerra. “Éramos felices y teníamos una familia maravillosa hasta que estalló la guerra en 2012”, recuerda.
Maligata es musulmán y está muy preocupado por cómo el terrorismo islamista está manchando su religión. “El islam es paz, amor y convivencia entre la humanidad”.
“Para mí –continúa–, el papa Francisco es un ángel que tiene presentes a todos los que afrontamos dificultades en la vida por la guerra, los dictadores o porque no tienen nada que comer. Siempre tiene un pensamiento para nosotros. Es el hombre más fuerte, más grande y más gentil de esta época del planeta, y me lava los pies. Es el regalo más grande de mi vida. ¡Me siento más importante que Obama! ¡El Papa, el hombre más importante del mundo, el hombre mejor del mundo, me va a lavar los pies!”, comentaba días antes de la ceremonia.
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