CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
¡Menudo quinario el que estamos pasando! Una expresión, muy frecuente entre el mundo cofrade sevillano, para hacer ver que las cosas no van del todo bien, que se tiene preocupación y dolor de cabeza.
Los últimos acontecimientos de la vida política española han creado una situación de inquietud y de no poco desasosiego acerca de lo que puede deparar el futuro. Por otra parte, la llamada clase política se debate entre conseguir un gobierno estable y la creciente devaluación de lo político. El fiasco de la investidura y los casos de corrupción llevan al desprestigio y a la sospecha.
A ello hay que añadir la desagradable sensación de que los partidos políticos se preocupan más de su futuro, sus escaños y el poderío que puedan alcanzar, que de los asuntos que preocupan al pueblo. Y que en lugar de estar seriamente preocupados por lo que ocurre en la calle, lo están solo por la cantidad de votos.
Todas estas apreciaciones deseo considerarlas como una generalización. Y que ni todo es así, ni estamos al borde del abismo. Por otra parte, de todo ello se habría de sacar una conclusión muy positiva: que el gobierno de la casa común es responsabilidad de todos y que a todos corresponde prestarle buen interés. De una manera particular, a los que el pueblo elige para que sean sus servidores y dirigentes.
Desde el punto de vista de la acción pastoral de la Iglesia, no sé si habrá llegado el momento de incluir, junto a la pastoral de la salud, penitenciaría, de la catequesis, litúrgica, social, caritativa, misionera, de juventud, etc., una pastoral de la política.
Evangelizar es poner la levadura del Evangelio en medio de la masa de este mundo para lograr que todo se fecunde y se haga nuevo conforme a la voluntad de Dios. La pastoral está formada por el conjunto de acciones que se han de llevar a cabo para conseguir los objetivos de la evangelización.
Los últimos papas han insistido acerca de la importancia de la vida pública y de la responsabilidad de los cristianos en la participación activa en lo que atañe al gobierno de los pueblos y el bien común de todos. Todo ello no es “meterse en política”, sino asumir la responsabilidad de cuidar del bien común. No hay que olvidar lo que han repetido nuestros últimos papas acerca de la “caridad política”.
En el nº 2.990 de Vida Nueva