JOSÉ LUIS CELADA | Redactor de Vida Nueva
Quienes le conocieron y más le trataron durante los últimos años le definen como un “maestro” y un “amigo fiel y muy generoso”. Pronto se cumplirán dos meses desde que nos dejara Senén Vidal (San Pedro de Trones, León, 1941-Salamanca, 2016), miembro de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos y consumado estudioso del Nuevo Testamento. De Jesús a Juan, pasando por Pablo, dedicó su vida a reflexionar sobre los orígenes cristianos y sus principales protagonistas, dejando la impronta de su método y rigor –algo que compartía con su hermano Marciano– en Salamanca (Universidad Pontificia), Madrid (Comillas), Valladolid (Estudio Teológico Agustiniano)…
Hace poco menos de un año, entrevistado en estas páginas, reconocía seguir “abierto a las sorpresas de los textos”. Da fe de ello su ingente producción editorial, con varios proyectos pendientes, a la que este año sumaba La resurrección de los muertos (Sal Terrae). Hoy, el legado de su obra se torna consuelo y recuerdo agradecido, en la esperanza de que esa resurrección es el “gran horizonte” de sentido al que Senén siempre aspiró.
En el nº 2.990 de Vida Nueva