MIÉRCOLES 1. Debate en la parroquia Nuestra Señora del Rosario. Madrid. A pecho descubierto. No me lo esperaba. Y me alegra. No hay silencios incómodos. Cada uno expone con argumentos y experiencia a las espaldas. Sin circunloquios ni temor a ser cuestionado por el que está enfrente. Buscando establecer ese diálogo que a veces nos cuesta ejercitar. Comunidad viva, animada por los franciscanos conventuales, que saben cómo hornear una cena y dejar en su punto a los laicos.
JUEVES 2. Congreso sobre Conferencias Episcopales en la Pontificia de Salamanca. Rastreo el perfil de asistentes. Echo de menos a mi quinta. Lamento que sus obispos no les hayan matriculado. A sacerdotes que mañana estarán llamados a liderar. Lo harán faltos de memoria. Pasará factura. Por no escuchar, por ejemplo, a Laboa. Cita al cardenal Larraona al rememorar el bloque opositor español a Pablo VI y al Concilio: “Nosotros para ser fieles al papado, nos oponemos al Papa actual”. Y añade Juanmari: “Este argumento muchos lo están utilizando hoy contra Francisco”. El pasado siempre vuelve.
VIERNES 3. Veinticinco años. De la división de Madrid en tres diócesis. O de la creación de la provincia eclesiástica. Según se mire. O según se firmen cartas. El arzobispo pide “no entrar en el juego de poner condiciones o requisitos al otro”. Y piensa en voz alta ante sus hermanos: “¡Cómo nos gusta condenar!”.
SÁBADO 4. Han elegido mi portal para grabar un anuncio de televisión. Bajo a olisquear. Hasta en veinte ocasiones ruedan la misma escena con distintos ángulos. Un matrimonio con dos hijos pasea con unas flores en las manos. Parecen una familia, pero son solo cuatro actores. Ideal de realidad, maquillaje de realidad. Haciendo de la verosimilitud una falsa verdad. Con esta cantinela, pongo rumbo a la Feria del Libro. Osoro firma en la caseta de PPC. Lo confieso. De camino, me surgió una duda: ¿y si no va nadie? Temor despejado. Una hora firmando ejemplares sin parar. Hasta un matrimonio de Torrelavega, su primera parroquia, se deja caer por allí. Una familia sin maquillar.
MARTES 7. La muerte descoloca. Siempre. Cuando se ceba con quien no debería. No hay respuestas. El consuelo solo sabe a edulcorante que no sacia. Hasta que se acepta la finitud. Y se abandona en la trascendencia. Para dar sentido a la sinrazón.
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En el nº 2.992 de Vida Nueva