ANTONIO PELAYO, enviado especial a CRACOVIA | Cracovia es la más hermosa ciudad de Polonia y tiene a sus espaldas una historia milenaria como capital del reino. Es, además, una ciudad que ha conservado su fisonomía, ya que durante la II Guerra Mundial no sufrió –como sí sufrió Varsovia, la capital– bombardeos devastadores.
También es una ciudad alegre, porque los miles de estudiantes de la Universidad Jaguelónica (o Jagellónica) la inundan de risas, cantos y fiestas como las ‘Juvenalia’.
Por supuesto, es la ciudad de san Juan Pablo II, que fue su arzobispo durante muchos años (1964-1978) y cuyas huellas están frescas en todos sus rincones.
Los jóvenes que están llegando a la ciudad para participar en la 31ª Jornada Mundial de la Juventud no tendrán demasiado tiempo para visitas culturales, pero tienen que ir a la fortaleza de Wawel, donde se custodia una parte de la historia de este indómito país.
Vuelvo a Cracovia, que visité por primera vez en 1971 y donde tuve la primera ocasión de saludar a Karol Wojtyla. De Auschwitz-Birkenau y del santuario de Jasna Gora en Czestochowa ya hablaremos en otro momento.