ANTONIO PELAYO, enviado especial a CRACOVIA | Si a algo están acostumbrados los polacos es a recibir visitas de los papas. Karol Wojtyla vino nueve veces a su país natal; Benedicto XVI, en el año 2006, quiso celebrar la memoria de su predecesor. Ahora es el turno de Jorge Mario Bergoglio.
A pesar de tan dilatada experiencia, la organización brilla por su ausencia. Una Jornada Mundial de la Juventud es, desde luego, una operación sumamente compleja por la magnitud de sus cifras y por la diversidad de sus participantes (más de un millón de jóvenes, 10.000 sacerdotes, centenares de obispos, 6.000 periodistas…). Pero la de Cracovia no es la primera, y este ya no es el país subdesarrollado que fue en otros tiempos.
El sistema organizativo tiene muchos fallos de estructura que no pueden superar los miles de voluntarios, con toda su buena intención. Aquí todos quieren mandar y falta coordinación (es patente la oposición entre la PAP, la agencia oficial de noticias, y la católica KAI).
Pero que no cunda el pánico, porque al final todo funcionará. El elemento más delicado es el de la seguridad del Papa y de los peregrinos; la alerta es máxima, pero por ahora su presencia en las calles no se hace opresiva. Cuando llegue el Papa, veremos. Programa completo de la visita del papa Francisco a Polonia