José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Peregrino en la JMJ


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SÁBADO 23. Cuando no ha salido el sol ni en Cracovia, aterriza el vuelo. Peregrino a la JMJ. Acogida escolapia. A pie de avión. Será solo el aviso de cómo una ciudad entera se vuelca con quienes llegan de fuera. Miro atrás. Me da la sensación de que en España, más allá de la gracia, nos quedamos cortos.

DOMINGO 24. Mañana en Auschwitz. Sin palabras. Sobra la literatura cuando uno lee a Maximiliano Kolbe. O cuando me paro ante los pabellones diez y once, epicentro de las mayores vejaciones del régimen nazi. El Papa se detendrá ahí en unos días. Para rezar por quienes perecieron allí. Y, a buen seguro, para que nadie pierda la memoria ni mire para otro lado ante los otros genocidios. Los de hoy.

LUNES 25. Mañana en Czestochowa. La otra invasión de Polonia. La de los jóvenes españoles. Eucaristía en la fiesta de Santiago a unos cuantos kilómetros de Compostela. Los obispos miran desde el altar de la explanada. Saludos, fotos… Y uno de ellos alerta: “Cuidado, no te asomes mucho, que el Papa ha dicho que no balconeemos”. Por la tarde, cambio de planes. Hago las maletas del colegio porque a partir de ahora nos alojan en familias. Lección de generosidad. Anna ha enviado a su marido y a sus dos niños a casa de los suegros para acogernos a tres peregrinos.

MARTES 26. En mis primeros días, echo de menos imágenes de Francisco en la ciudad. Los carteles de Juan Pablo II y Faustina Kowalska pueblan Cracovia. Patronos de la JMJ. Pero llega la eucaristía de apertura. Y el cardenal arzobispo Stanislaw Dziwisz, el fiel secretario de Wojtyla, subraya que en breve llegará el “Pedro de nuestros días”. En el Parque de Blonia, que parece quedarse ya pequeño –y esto no ha hecho más que empezar, se desata la locura. Francisco tira.

MIÉRCOLES 27. La app de la JMJ a veces tiene desajustes. Nos lleva a una parroquia en la que se imparte una catequesis en español y al cruzar el umbral aquello suena a galo. Una y otra vez, quien está en el ambón pronuncia las palabras “perdón”, “no al odio”. Que cale. Vivir una oleada tal de atentados no es fácil. Alguien me susurra después: “Asesinatos como el de ayer en Normandía parece que nos dejan desnudos, sin defensa. Pero no, ahí está nuestra oración, el perdón frente a la venganza”. Es ahí donde nos la jugamos, cuando dentro de uno se remueven las ganas de responder. Y no con amor.

jose.beltran@ppc-editorial.com

En el nº 2.999 de Vida Nueva