DOLORES ALEIXANDRE, RSCJ | Biblista
A saber: saltar, nadar, correr. No se asusten quienes se consideren de condición artrítica o extenuada: aunque sean tres verbos asociados con el deporte (estamos en plenos Juegos Olímpicos), su ejercicio está al alcance de todos. Tienen como sujeto a tres personajes evangélicos cuya fiesta hemos celebrado recientemente: Pedro, Pablo y María Magdalena. Es verdad que no representan las acciones más significativas de cada uno, pero sí dicen algo de rasgos vitales compartidos por los tres: ímpetu, energía, prisa, vigor, prontitud, ardor y urgencia. Todo lo contrario de la lentitud, apatía, tibieza, indolencia o parsimonia que caracterizan a veces nuestra vida cristiana.
Lo de saltar y nadar fueron cosa de Pedro: saltó de la barca a las frías aguas del lago y se echó a nadar hacia la playa donde esperaba Jesús. Le recordamos también corriendo hacia el sepulcro aquella mañana de entrenamiento intensivo para todos: María de Magdala corría también a toda prisa tras su encuentro con el Viviente para anunciar a los discípulos: “–¡He visto al Señor!”. Años más tarde no había decaído el vigor atlético de los orígenes: Pablo se ve a sí mismo como un corredor sin aliento, lanzado detrás del Señor y sin otra meta que alcanzarle.
Pedro, Pablo y María de Magdala, en expresión de Galeano, “ardieron la vida con ganas”, y de ahí mi propuesta: celebrar el 29 de junio la fiesta de los tres. La idea puede sobresaltar, pero no se pueden objetar incompatibilidades litúrgicas: el Papa ha convertido en “fiesta” del Calendario Romano lo que antes era “memoria obligatoria” de María Magdalena, reconociéndola como una figura de indiscutible relevancia en la historia del cristianismo. Y si este ascenso la equipara al resto de los apóstoles, ¿qué inconveniente habría para una celebración conjunta?
Tras escribir esto me acomete el desánimo: he buscado el icono de Pedro y Pablo y los he visto tan pegados, con las cabezas tan unidas, que preveo la dificultad de encontrar un hueco para nadie más, por muy Apostola apostolorum que sea. El 22 de julio le he dicho con mucho cariño a María Magdalena: –“Siento decírtelo, bonita, pero te queda bastante tiempo de esperar sentada en esta fecha. A pesar de lo bien que supiste correr”.
En el nº 2.999 de Vida Nueva