MIÉRCOLES 27. Encuentro Internacional Calasancio. En el marco de la JMJ. Pedro Aguado, al estilo Francisco, no ha viajado hasta Cracovia para dar una palmadita en la espalda. Lección de catolicidad: que quienes se sienten interpelados por un carisma, no se queden atrapados por él. “Calasanz solo puede ser nuestro padre si nos lleva a Cristo. A Calasanz no le gustaría que nos quedáramos contemplándole. Solo somos familia carismática si amamos, si y solo si, a Cristo”. ¿Dónde hay que firmar?
JUEVES 28. ¡Cómo le gusta provocar! Es la primera reacción al escuchar a Francisco en el parque de Blonia. Deja los papeles a un lado: “Lo siento si ofendo a alguien, pero me duele encontrar a jóvenes que parecen jubilados antes de tiempo”. Risas. Pero también caras de circunstancia. Hasta ocho preguntas lanzará en su primer encuentro con los jóvenes. Y en todas espera contestación. Insiste: “¿Las cosas se pueden cambiar? No os oigoooo…”. El Papa quiere una respuesta que vaya más allá de la pregunta.
VIERNES 29. Me cuentan que las reflexiones del vía crucis de la JMJ las ha escrito el obispo auxiliar de Cracovia, Grzegorz Rys. Chapó. Reivindicativa la primera estación con parada en los refugiados. “Sentenciados. ¿Por quién? ¿Quién firma esta sentencia? Tenemos miedo de su religión y de su pobreza. Nuestra falta de acogida se convierte en una sentencia de muerte para ellos”. No se queda ahí. La novena estación me toca. “La duda nos deja sin fuerzas y nos hace caer. Duda de si voy a levantarme algún día”. Más adelante: “No queremos respuestas fáciles…”. Ya tengo lectura para este verano. No hacen falta más que estos tres párrafos. Irán y vendrán. Como las olas.
SÁBADO 30. Francisco nos pide que nos demos la mano para rezar. A un lado tengo a Isabel. Al otro, a nadie. Parece imposible que entre dos millones, uno no tenga a nadie cerca. Estas cosas pasan. Me exijo a mí mismo extender aún más el brazo. A todo el que me pidió que le encomendara. Ya no siento que mi mano esté libre.
DOMINGO 31. Regreso del Campus de la Misericordia. Caminamos detrás de un matrimonio joven. Él lleva en brazos a uno de sus hijos. Ella empuja el carrito con un bebé. “¡Qué valientes!”, lanzo al aire. Gusti me sigue: “Es la imagen de los migrantes. Nosotros sabemos dónde vamos, tenemos meta. Ellos no”. Lapidario.
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Publicado en el nº 3.001 de Vida Nueva. Ver el sumario