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‘Misericordia, caridad y justicia social’


Un libro de José Ignacio Calleja (Sal Terrae) La recensión es de Luis González-Carvajal Santabárbara

Misericordia caridad y justicia social, libro de José Ignacio Calleja, Sal Terrae

Título: Misericordia, caridad y justicia social. Perspectivas y acentos

Autor: José Ignacio Calleja

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander, 2016

Páginas: 288

LUIS GONZÁLEZ-CARVAJAL SANTABÁRBARA | Salvando las distancias, naturalmente, quizás podría aplicarse a José Ignacio Calleja –profesor, como es sabido, de Moral Social en la Facultad de Teología de Vitoria– aquel exordio de un grupo de fariseos y herodianos cuando fueron a hablar con Jesús: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie” (Mt 22, 16).

Ciertamente, Calleja no habría hecho carrera como diplomático, porque se le entiende todo. Es un teólogo que piensa libremente, sin importarle ir a contracorriente del pensamiento dominante, y el libro que recensionamos es un buen ejemplo. Para que quienes no han leído todavía ninguna de sus obras anteriores puedan comprobarlo por sí mismos, voy a citar en la recensión bastantes frases literales del libro.

Cabría pensar que Misericordia, caridad y justicia social es un estudio sobre la relación existente entre esos tres conceptos. Trata eso, ciertamente, pero también desarrolla otros muchos temas: la Doctrina Social de la Iglesia –particularmente Evangelii gaudium y Laudato si’–, la espiritualidad, la evangelización, la reconciliación en el País Vasco…

El tema dominante es, sin embargo, una reflexión a la luz de la fe sobre la “crisis social” –Calleja prefiere calificarla así, en vez de “crisis económica”– y la supuesta “salida” española de la crisis, que califica de “incipiente y discutida”.

Incipiente por las dudas que provoca si podrá prolongarse en el tiempo, dada su dependencia extrema de factores exógenos; discutida, por lo lejos que está de ser una recuperación para tantos grupos sociales echados a un lado en la crisis” (p. 133): “Una de cada cuatro personas que quieren trabajar está en paro; uno de cada tres desempleados no cobra prestación social alguna; uno de cada dos jóvenes no tiene trabajo; 2,3 millones de niños y niñas viven por debajo del umbral de la pobreza; 13 millones de personas están en riesgo de pobreza y/o exclusión social, y 5 millones se encuentran en situación de exclusión severa” (p. 155).

Críticas con humor

Reconoce que “debemos tener en gran estima al empresario que trabaja y arriesga con honestidad sus ahorros y los nuestros, que crea riqueza y empleo de calidad con todas sus fuerzas” (p. 217), pero considera que, desde el punto de vista estructural, este tiempo ha sido “una gran oportunidad para recortar las conquistas sociales del siglo pasado y extender un capitalismo más barato y depredador” (p. 136). Tras sus duras críticas al capitalismo neoliberal, dice con humor: “Ya me veo expulsado del templo por los mercaderes que lo han recuperado” (p. 32).

En cuanto al actuar, he aquí su pensamiento: “Cuando algo multiplica sus injusticias e ineficiencias sociales hasta límites insufribles”, es difícil ver una salida que no sea demoler –llegando “hasta la desobediencia civil, si lo injusto de las situaciones legales lo exige” (p. 216)– y reedificar (p. 42). Pero sabe que “tal vez la política no esté en condiciones de digerir este trago –¡desde luego no lo está la política con posibilidades electorales de gobernar!” (p. 147).

Ante eso, el autor defiende la vía de las reformas paulatinas, “pasos intermedios” (p. 41), porque da “mucha importancia a ir de la mano en lo social con los más posibles” (p. 38). Insiste mucho en el “factor concienciación (…) porque cambiar la conciencia es un punto sin retorno en el cambio de la práctica económica y social de las personas” (pp. 47, 149, 234). El libro desciende incluso a concreciones prácticas, porque “el anuncio es el complemento natural de la denuncia, la propuesta es hermana de la protesta y ambas son irrenunciables” (p. 245).

Se muestra crítico con el pensamiento social de Benedicto XVI y más todavía con la actitud mayoritaria de los obispos españoles durante la crisis: “Hasta el papado de Francisco y la sustitución del cardenal Rouco Varela” (p. 225), la reacción de la jerarquía española “ha sido tardía y ha ido a remolque de la realidad” (p. 226).

Para mí, lo mejor de este libro es que utiliza expresiones que todo el mundo entiende y con cierto gracejo, sin perder por ello precisión. ¿Y lo peor? No sé si será problema del libro o mío, pero no he conseguido entender el orden que sigue la exposición y me ha parecido que se entrecruzan los temas en los distintos capítulos, haciendo inevitables las repeticiones.

El papa Francisco acostumbra a decir que “el todo es superior a las partes y también superior a la suma de las partes” (EG 234-237; LS’ 141); a mí me ha parecido que en este libro las partes –entendiendo por tales no solamente los capítulos, sino incluso los distintos apartados de cada capítulo– son superiores al todo.

Publicado en el número 3.005 de Vida Nueva. Ver sumario

Actualizado
30/09/2016 | 00:10
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