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‘Solo el pobre se hace pan’


Un libro de Carlos María Antunes (San Pablo) La recensión es de María José Pérez

Solo el pobre se hace pan, libro de Carlos María Antunes, San Pablo

Título: Solo el pobre se hace pan. Entrelazar ayuno, interioridad y compasión

Autor: Carlos María Antunes

Editorial: San Pablo

Ciudad: Madrid, 2016

Páginas: 128

MARÍA JOSÉ PÉREZ | ¿Un libro sobre el ayuno? ¿No se trata de una práctica ascética en extinción, propia de una espiritualidad desfasada? Carlos Mª Antunes, sacerdote y monje cisterciense del monasterio de Sobrado (A Coruña), nos invita a modificar esta visión. Para ello, aborda el tema alternando –entrelazando– hábilmente la perspectiva antropológica (relación con uno mismo), espiritual (relación con Dios) y social (relación con los demás, sobre todo los que menos tienen).

Vivimos en una sociedad que ha reducido la felicidad al hecho de poseer, transformando los deseos en necesidades que exigen una satisfacción inmediata. Sin embargo, podemos estar “llenos” sin estar saciados. El ayuno propone una pausa de silencio en la dinámica de acumulación. Nos devuelve la dignidad de sujetos, capaces de decidir de manera consciente, nos humaniza.

La relación con la comida refleja muchas veces carencias afectivas, a través de un mecanismo compulsivo de insaciabilidad, o con la repulsa y el rechazo. Cambiar nuestro modo de comer puede cambiar nuestro modo de vivir. La manera de comer implica un tipo de relación conmigo mismo, con los otros, con Dios. El ayuno se torna en fuente de autoconocimiento, pone en evidencia nuestros vacíos.

Más que una práctica limitada a días concretos, para el autor, consistiría en “cultivar un estilo de vida sobrio”, porque “el consumo sin criterio exige de nosotros una práctica de resistencia activa”.

Tal vez la pérdida de sentido del ayuno está relacionada con la pérdida de sentido del acto de comer, que es mucho más que satisfacer una necesidad biológica. Se nos olvida que el alimento es don de Dios, que da fruto a las semillas. Y comer ha de convertirse en acción de gracias por el don. La tradición cristiana vincula el ayuno con la oración, como modo de relación y encuentro con Dios. Jesús, “Dios kenótico”, se ofrece en alimento, se hace don. Como Él, vaciándonos de nosotros mismos (haciéndonos pobres), podemos convertirnos en don para los demás, en regalo para la vida del mundo.

El ayuno de carne que propone la Iglesia nos recuerda que nuestra verdadera vocación es vivificar la tierra. Tiene una dimensión simbólica, aún por descubrir.

El ayuno no es un bien en sí mismo, sino en orden a la relación. Como pregunta el autor: “¿Se puede ejercer el cuidado con los que nada tienen, cuando no soy capaz de experimentar la autolimitación en relación con el ejercicio de la posesión?”. En ese sentido, el ayuno es un camino que se abre hacia la compasión. No se trata de compartir lo que sobra, sino lo que es esencial para la vida. El ayuno como “desapropiación” está vinculado al deseo de que el pan sea para todos.

El libro, de ágil y agradable lectura, cuestiona un estilo de vida cristiano adormecido por la rutina y el confort. Resitúa la práctica del ayuno en parámetros que lo hacen comprensible para la espiritualidad actual y que le devuelven su genuino sentido, oculto por la pátina de los siglos.

Publicado en el número 3.005 de Vida Nueva. Ver sumario

Actualizado
30/09/2016 | 00:09
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