EDITORIAL VIDA NUEVA | Francisco ha convocado un consistorio para cerrar el año de la Misericordia. O quizá, para que el Jubileo tenga continuidad y siga abierto más allá del 19 de noviembre. Un total de 17 nuevos cardenales estarán llamados desde ese día a contagiar en sus comunidades locales la apuesta del Papa por mostrar el perdón y la acogida sin diatribas de Dios y de la Iglesia en todos los rincones del planeta.
Las nuevas designaciones refuerzan una tendencia a la universalidad del Colegio cardenalicio, dejando huérfanas, una vez más, a diócesis tradicionalmente púrpuras, especialmente en Italia.
Esta deslocalización geográfica solo es un trazo más que dibuja un perfil común de los nuevos cardenales. Por ejemplo, al mirar a los tres purpurados norteamericanos, Cupich, Tobin y Farrell, se desmarcan del itinerario marcado por parte del Episcopado estadounidense, que en los últimos tiempos se ha manifestado preocupado en exceso por abordar una batalla ideológica y cultural.
El nuevo trío cardenalicio, en sus palabras y acciones, se ha volcado, en cambio, en tender puentes ante cualquier conflicto generado ante la opinión pública y en poner en primer plano la agenda social: los derechos de los inmigrantes latinos, la discriminación de los afroamericanos o la condena activa del uso de armas. En su mirada intraeclesial, también han destacado por defender la acogida a las familias heridas y reivindicar el papel de la mujer en la Iglesia.
Aunque las 17 nuevas birretas tienen nombre y apellidos,
con su creación Francisco apunta a
los episcopados y a las Iglesias locales
para que arrimen el hombro en aras de
una Iglesia que acoge y dialoga.
Esta audacia y sensibilidad se palpa también en otros nombramientos, como el de Carlos Aguiar para México, Baltazar Porras para Venezuela o Carlos Osoro para España. En todos ellos, Francisco perfila a pastores con un talante rubricado por el encuentro como pilar para restablecer algunos puentes quebrados entre la Iglesia y la sociedad, un diálogo sin atisbo alguno de tibieza, pero por encima de cualquier tentación de dogmatismo o enfrentamiento.
Esta actitud de apertura desde la defensa de los valores del Evangelio se entiende desde una entrega constante, hasta dar la vida si fuera necesario, como lo atestiguan el día a día del nuncio en Siria, del arzobispo de Bangui o del sacerdote albanés que pasó 27 años en un campo de trabajo forzado.
Aunque las nuevas birretas tienen nombre y apellidos, el peso del cardenalato no solo recae en ellos. Con su creación, el Papa apunta directamente a los episcopados de origen para que trabajen con ellos en esta línea, que no es otra que la del Evangelio del Jesús que sale a los caminos, que acoge y perdona. Con su nombramiento, el sucesor de Pedro insta a las Iglesias locales a ponerse al servicio desde la sinodalidad apostólica para arrimar el hombro con estos cardenales de la misericordia.
Publicado en el número 3.007 de Vida Nueva. Ver sumario
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