EDITORIAL VIDA NUEVA | Siete modelos de misericordia. Así presentó Francisco a los nuevos nombres escritos en el libro de los santos desde el pasado 16 de octubre. En el caso de don Manuel González y el cura Brochero, su testimonio vital estuvo bañado por una audacia que se empapó de cercanía entre los últimos.
Tanto el sevillano como el argentino se ganaron la autoridad del pueblo, no a golpe de lecciones magistrales, sino con un lenguaje que entendían, tanto de palabra como en sus gestos. Desde el momento en el que ambos dieron el salto, se convirtieron en un vecino más, rompiendo la barrera física entre el templo y la gente. Ser “Iglesia en salida” les abrió las puertas de sus casas. Identificarse con ellos y dar respuesta a sus problemas les llevó a entrar en su corazón, pasar de vecinos a hermanos. Devolverles la dignidad hizo que comenzaran a sentirse hijos de Dios y miembros de una Iglesia, a descubrir en el sagrario y, por tanto, en la Eucaristía, a ese Jesús que se encarna en lo cotidiano.
Oler a oveja, a minero o a leproso, como les sucedió a ambos, se revela como una “estrategia” de ayer, de hoy y de siempre que no tiene más secreto que hacer vida el Evangelio.
Publicado en el número 3.008 de Vida Nueva. Ver sumario
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