M. GÓMEZ | En la tarde de hoy lunes 31 de octubre, el papa Francisco se ha dado un ecuménico baño de masas en el Malmö Arena de Lund. Era el segundo evento del breve pero significativo viaje a Suecia, después de la celebración en la Catedral Luterana de Lund. Un acontecimiento cercano –a pesar de la multitud de participantes– al estilo de los que se suelen realizar en los viajes apostólicos: música, testimonios y una alentadora intervención del Pontífice.
Que esta visita está siendo exitosa lo demuestra la declaración conjunta firmada en la Catedral o también el acuerdo que hoy han rubricado la Federación Luterana Mundial y Caritas Internationalis, una declaración titulada Together in Hope (Juntos en la esperanza), para desarrollar trabajo de promoción de la dignidad humana y la justicia social. Francisco valoró este hecho como un fruto más de la colaboración entre la Iglesia católica y la Iglesia luterana: “El diálogo entre nosotros ha permitido profundizar la comprensión recíproca, generar mutua confianza y confirmar el deseo de caminar hacia la comunión plena”.
El Papa llegó al estadio acompañado del presidente y del secretario de la Federación Luterana Mundial, Munib Yunan y Martin Junge, respectivamente, y del cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Con una puesta en escena espectacular a nivel visual y musical, el eje del encuentro fue las sucesivas intervenciones de cuatro personas que narraron sus experiencias, cuyos denominadores común eran el empeño en la solidaridad: la joven india Pranita, que ahondó en el maltrato a la creación; el sacerdote colombiano Héctor Fabio Henao, quien habló del trabajo conjunto entre católicos y luteranos en su país; Marguerite, una mujer de Burundi con una animosa narración sobre “la locura del amor” que le llevó a poner en marcha un proyecto a favor de los niños; y Rose, una refugiada de Sudán del Sur. Las cuatro alocuciones dieron pie al Papa para desarrollar su discurso.
Precisamente hablando de los refugiados, el Papa lanzó un nuevo llamamiento a favor de la “revolución de la ternura”. Agradeció a los países que asisten a los refugiados, desplazados y solicitantes de asilo, “porque todas las acciones en favor de estas personas que tienen necesidad de protección representan un gran gesto de solidaridad y de reconocimiento de su dignidad”. Y recordó que para los cristianos es “prioridad” salir al encuentro “de los desechados y marginados de nuestro mundo, y hacer palpable la ternura y el amor misericordioso de Dios, que no descarta a nadie, sino que a todos acoge”.
Habló también de Siria y del “inefable sufrimiento” que “dura ya más de cinco años”, y agradeció el trabajo “verdaderamente heroico” de los hombres y mujeres que todavía están en el país prestando asistencia; y en este punto, solicitó a la comunidad internacional una “conversión de los corazones”. Precisamente, después de él, habló el obispo caldeo de Alepo, el jesuita Antoine Audo.
“Queridos hermanos y hermanas, no nos dejemos abatir por las adversidades. Que estas historias nos motiven y nos den nuevo impulso para trabajar cada vez más unidos. Cuando volvamos a nuestras casas, llevemos el compromiso de realizar cada día un gesto de paz y de reconciliación, para ser testigos valientes y fieles de esperanza cristiana”, finalizó el Obispo de Roma.
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