Una obra de Adolfo D. Roitman (Verbo Divino) La recensión es de Pedro Barrado
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Título: Del Tabernáculo al Templo. Sobre el espacio sagrado en el judaísmo antiguo
Autor: Adolfo D. Roitman
Editorial: Verbo Divino
Ciudad: Estella, 2016
Páginas: 324
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PEDRO BARRADO | Este espléndido libro matiza una idea que ha tenido mucho peso en el pensamiento judío contemporáneo, a saber, que el judaísmo es más una “religión del tiempo” que del espacio. La afirmación, hecha por Abraham J. Heschel, es cierta, pero solo puede ser entendida considerando el desarrollo histórico.
En este sentido, la obra de Adolfo D. Roitman –director del Santuario de Libro, en Jerusalén, y gran especialista en los manuscritos del mar Muerto– resulta extraordinariamente oportuna, ya que presenta el espacio sagrado en el judaísmo antiguo y su evolución. Dicho con sus palabras, este volumen multidisciplinar –tiene presente la filología, la literatura, la historia, la sociología, la arqueología, la antropología, etc.–, “estudia de manera sistemática el desarrollo de la institución del Templo de Jerusalén en el mundo judío antiguo, desde sus orígenes míticos con el ‘Tabernáculo del desierto’ hasta la destrucción del ‘Templo de Herodes’ a finales de la época del Segundo Templo” (p. 15). El interés por el tema se remonta a los años 90 del siglo XX, cuando el autor empezó a preocuparse por el papel del Templo de Jerusalén en el origen de la comunidad de Qumrán.
La obra está compuesta por siete capítulos más una introducción y dos apéndices. La introducción se interesa por la cuestión misma del espacio sagrado como hecho cultural (aquí se notan los estudios de antropología y religiones comparadas del profesor Roitman). Los seis capítulos siguientes se ocupan, respectivamente, de los distintos hitos del espacio sagrado bíblico: 1) el monte Sinaí; 2) el Tabernáculo del desierto; 3) el Primer Templo (o Templo de la época salomónica); 4) el Segundo Templo (de la época persa); 5) el Templo de Jerusalén en la época helenístico-romana, y 6) críticas al Templo, que incluye básicamente cuatro opciones: templos alternativos (Elefantina, Garizín, Heliópolis), templo escatológico, el templo de Qumrán (la propia comunidad) y la protesta simbólica contra el Templo (con las figuras de Juan Bautista y Jesús). El capítulo 7 resume el contenido de estas páginas y presenta algunas conclusiones. Por último, el libro se cierra con dos apéndices que abordan sendos asuntos que tienen que ver de una forma u otra con el Templo: el ideal del desierto en la época bíblica y posbíblica, y el intrigante paralelismo entre las figuras bíblicas de Abrahán y David.
Notas y bibliografía
En la presentación del libro meses atrás en Madrid, el profesor Julio Trebolle puso de relieve dos aspectos: unas notas riquísimas, con presencia destacada de bibliografía en hebreo, de no fácil acceso, y la fuerza evocadora de esta obra.
En el caso de las notas, en efecto, el libro tiene 825, que, aunque a veces dificultan algo la lectura del texto, a cambio ofrecen informaciones complementarias de mucho interés. A mi modo de ver, esta información se podría haber ampliado algo más, ofreciendo la opinión del autor sobre el tema en cuestión (por ejemplo, cuando se habla de la pequeña granada ornamental que podría ser el único testimonio material del Templo de Salomón, p. 68, nota 26). Aunque es verdad que, de ese modo, el libro se habría extendido aún más.
Por lo que respecta a la fuerza evocadora, obviamente el profesor Trebolle apelaba a la experiencia personal de su estancia en Tierra Santa, pero el concepto se puede entender desde otro punto de vista. Me refiero al hecho de que el libro tiene la virtud de ir presentando las distintas realidades relativas al espacio sagrado en la Biblia de forma enormemente sugestiva. A esto ayuda no poco la diversidad de perspectivas que vienen en ayuda del discurso. Así, la filología o la arqueología, la historia o las religiones comparadas, van colaborando a hacer un extraordinario camino en el que se van abriendo sendas que conducen a paisajes de enorme interés.
Es evidente que una obra en la que se presenta una realidad tan rica y tan extensa en el tiempo –y con frecuencia tan compleja– ofrece aspectos que necesariamente se prestarán a la discusión y el debate. Por ejemplo, la insistencia del propio autor en que con la comunidad de Qumrán nos encontraríamos por primera vez con un grupo humano que se habría entendido a sí mismo como “templo humano” (miqdash ’adam). Otro tema que puede ser susceptible de discusión –sobre todo en ámbito cristiano– es la postura de Jesús frente al Templo que presenta el profesor Roitman. Y no porque su opinión sea descabellada –a mi modo de ver, es muy acertada–, sino porque es un tema enormemente debatido y que se presta a interpretaciones muy diversas.
Publicado en el número 3.014 de Vida Nueva. Ver sumario