CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
A nadie puede extrañar que el cielo se haya reservado el derecho de admisión. Es decir, que viene exigiendo unas credenciales que resultan imprescindibles requisitos para poder vivir en esta deseada y celestial casa. Se exponen de una forma clara y explícita en el pliego de condiciones que pueden leer en el Libro de los Salmos (15).
Habrá que ser persona honrada, leal y coherente con la forma de comportamiento reseñada en los mandamientos de Dios y en la buena noticia anunciada y vivida por Jesucristo. Ajustarse al derecho de practicar la justicia. Se exige transparencia en las cuentas de la conciencia y en la rectitud de intenciones.
Al llegar a la puerta de monte tan santo, se preguntará a quien pretenda entrar en él que presente avales que justifiquen méritos y valores para solicitar el ingreso. No se admiten meros certificados elaborados en simple papel, sino crédito de autenticidad de ser verdaderos testigos, personas que han sentido, como si fuera en sus propias carnes, el respeto a la fama y honor de cada uno. Hablan bien del prójimo y cuidan con esmero el guardar bien el secreto de aquello que podría dañar la imagen y vida de los demás.
No habrá de olvidar el llevarse consigo la alforja, siempre repleta e inagotable, de la misericordia. De haber tenido sensibilidad y alma para perdonar al que ofendiera; de no juzgar perversamente al vecino. Sí, en cambio, honrar al que cree y glorifica a Dios y es testigo leal a su Señor en conducta y palabra.
El que cumple lo que ha prometido y es responsable y coherente en las acciones que ello conlleva, por muy buen camino viene, aunque le cueste soportar las burlas que conlleva ser lo que es y vivirlo en fidelidad a lo que un día prometiera.
De usuras y sobornos, ni pensar siquiera en ello, pues son prácticas injustas y malvadas que se aprovechan de la pobreza y necesidad del indigente, de quien se encuentra en necesidad y agobio.
En estos días postreros del año que termina, bien estará acercarse a la Palabra de Dios y preguntar allí acerca de las condiciones exigidas para entrar en el Reino del Señor eterno. Si misericordioso has sido, preocupación alguna ha de haber, pues en el tribunal que juzga los avales para cumplir el derecho de admisión, se rigen por el amor de un Dios clemente y misericordioso.
Publicado en el número 3.015 de Vida Nueva. Ver sumario