EDITORIAL VIDA NUEVA | La Comunidad Valenciana ha decidido relegar a los sacerdotes y religiosos de los comités de bioética de los hospitales, órgano consultivo no vinculante que asesora ante situaciones de conflicto que puedan surgir en la praxis asistencial. No se trata de un debate nuevo, pues ya lo abanderaron hace años otros gobiernos regionales. Sin embargo, sí lo es el tono con el que el Ejecutivo valenciano se busca estigmatizar como dogmáticos a quienes humanizan los pasillos y habitaciones, acompañando a enfermos y familiares, pero también a los profesionales sanitarios.
En la medida en que todos aquellos que forman parte de la pastoral sanitaria participan de la vida diaria de los centros, su presencia resulta enriquecedora en tanto que pueden arrojar luz desde esa dimensión espiritual y asistencia religiosa a la que tiene derecho cualquier enfermo, de la misma manera que ha de valorarse la participación de especialistas en otras disciplinas, como la filosofía o el derecho. Silenciar la voz de quienes aportan pluralidad y multidisciplinariedad como mediadores y centinelas de la conciencia implica, lamentablemente, primar ideología sobre la salud y la vida del paciente.
Publicado en el número 3.016 de Vida Nueva. Ver sumario
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