JOSÉ LUIS CELADA | Redactor de Vida Nueva
Que en España no se lee, por desgracia, hace tiempo que dejó de ser noticia. Según el CIS, casi el 40% de los españoles no leyó ni un solo libro durante 2016. Son hechos constatables, por ejemplo, que se cerraron 700 librerías en un año y el 25% de los puntos de venta de prensa en una década.
Sin embargo, la fuente que proporciona estos inquietantes datos también abre un pequeño rayo de esperanza: el número de lectores frecuentes (los que leen al menos una vez por semana) ha aumentado un 11,2% en los últimos 15 años.
Así lo pone de manifiesto el Informe 2017 de La lectura en España, presentado el pasado 10 de enero por la Federación de Gremios de Editores de España. ¿Hay que conformarse con este “avance”? Si editoriales, libreros y bibliotecas lo hubieran hecho antes, el panorama podría resultar aún más desalentador.
Eso sí, a uno le queda el consuelo de que esa comunión entre texto y lector es un acto tan íntimo que escapa a estudios, encuestas, estadísticas e incluso políticas educativas. Y es que la lectura es un ejercicio de libertad que siempre ha tenido algo de milagroso y, por tanto, alejado de cualquier predicción humana.
Publicado en el número 3.021 de Vida Nueva. Ver sumario