CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
Y no confundirlo. Que una cosa es que se esté a las puertas de la muerte y otra que se tenga mucha vida por delante. Lo primero es condición de lo temporal y efímero. Y la historia es como el notario de lo acontecido y de lo que queda por venir.
Histórico es lo que tiene mucha vida detrás y sigue su andadura al futuro, aunque no pocos quebrantos se sufran en el presente. Su garantía de autenticidad es el documento contrastado. Y con ese legajo, avalado por los hechos, se va construyendo la historia. La que nos gusta y la que nos desagrada. Para aprender y para seguir. Teniendo en cuenta los errores cometidos y no tropezar en la misma piedra. Recogiendo lo ejemplar y positivo y tratando de transmitirlo mejorado a la generación siguiente. Enemigo de ello es la ideología, que desea interpretarlo todo según el color de las ideas que cada uno tenga dentro de su mente. Inclemencia, también, de la que hay que protegerse es la nostalgia infecunda del pasado y, cómo no, del miedo a la responsabilidad que incumbe con el futuro.
Lo viejo no se refiere tanto a la edad cuanto a lo que ha perdido actualidad y vigencia. Se ha olvidado el carisma y queda solamente una añoranza arcana y sin vida. Garantía, sobre todo para el creyente, es la esperanza, que es “la vida de la vida”. No se trata de aguantar estoicamente a que pase lo adverso, sino de responsabilizarse en la construcción de un futuro mejor. Se agradece el pasado, las maravillas que Dios realizara con nuestros padres, como se lee en la Escritura; saber discernir bien lo que en el presente ocurre y vivir con ilusión pensando en los días que se anuncian y ofrecen como realización de un nuevo capítulo de la historia de la salvación en Dios.
El santo Job, que de todas estas cosas de tiempos y paciencia bien sabía, quiere oír a Dios sobre su vida y su futuro. El Sapientísimo Señor le dice: tu pasado será una miseria si lo comparas con tu espléndido futuro. Dios no rechaza al honrado. Volverá a llenar tu boca de risas, tus labios lanzarán gritos de alegría.
No confundir la degradación y decadencia de las cosas de los hombres y la fidelidad de Dios a su promesa. Los días pueden ser malos, pero Dios es infinitamente bueno y su misericordia y lealtad no sabe de edades ni tiempos ni circunstancias, sino de un amor inconmensurable y eterno.
Publicado en el número 3.021 de Vida Nueva. Ver sumario