Un libro de Dario Edoardo Viganò (Romana Editorial). La recensión es de José Beltrán
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Título: Fidelidad es cambio. La comunicación de Francisco contada de cerca
Autor: Dario Edoardo Viganò
Editorial: Romana Editorial
Ciudad: Madrid, 2016
Páginas: 224
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JOSÉ BELTRÁN | Bien lo sabe Chicote. Dejar la puerta abierta de la cocina para que entre una cámara puede dejar al descubierto las vergüenzas de los pucheros. A Dario Viganò no le han dolido prendas en desvelar cómo funcionan los fogones de la comunicación vaticana más allá del emplatado que degustamos de Francisco. En Fidelidad es cambio deconstruye la figura de Bergoglio para explicar qué postulados mediáticos definen este pontificado. Desgrana la efectividad en el cuerpo a cuerpo del Papa argentino, bucea en la consabida espontaneidad y cercanía de Bergoglio para analizar en lo profundo su dominio de la oralidad y el uso de recursos como la reiteración para enganchar al oyente. No son trucos, sino destrezas adquiridas de un jesuita intelectualmente complejo que, sin embargo, se expresa de tal manera que todo hijo de vecino puede entenderle. Sin necesidad de traductor alguno.
La lectura de estos primeros capítulos del libro nos ayuda a certificar, una vez más, que detrás del Papa comunicador no hay ni un actor ni un político. Solo un pastor telegénico que no consume televisión. Solamente un hombre que antepone la persona que tiene delante a cualquier protocolo o ley del sábado. Esta autenticidad es la que se transparenta en la comunicación y conquista al interlocutor. De ahí nace esa luna de miel permanente con la prensa y la sintonía sin interferencias con el ciudadano de a pie. Lo subraya Viganò con detalles desconocidos –al menos, para el que esto escribe–, como la decisión de que en todos sus viajes le acompañen algunos trabajadores del Vaticano: un carpintero, un jardinero…
Al Papa mediático no le condicionan los focos ni los intereses políticos de otros, solo el que tiene enfrente y los gritos de los últimos. Él determina la agenda con una naturalidad a la que han tenido que acostumbrarse quienes trabajan en los medios de comunicación de la casa. Lo explicita el autor. Los traductores “sufren” cómo este Papa se salta lo previsible de los discursos, por lo que a ellos les toca cotejar palabra por palabra el embargo escrito. O, en ocasiones, escribir de cero una espontánea homilía. Los cámaras también han aprendido que no pueden relajar un segundo la atención ni el objetivo, pues, en el momento menos esperado, el Papa se lanza a bromear, abrazar o bendecir fuera de plano a un tercero. Y ahí está el hecho comunicativo que puede dar la vuelta al mundo. Una historia, una persona, un acontecimiento.
“Quien tiene sed no bebe H2O, bebe agua”, sentencia Viganò para ilustrar esa impronta papal pegada a lo concreto que contagia su magisterio. Lo abstracto solo tiene sentido si antes o después se liga a un rostro o a un corazón, que –como apunta el autor– “interpela al Evangelio: la hemorroísa, el jefe de la sinagoga que tenía una hija enferma, la falta de vino durante las bodas…”.
El mensaje no se muda. Pero sí los medios para hacerlo llegar. De ahí el título del libro, tomado de una cita bergogliana que sabe a declaración de principios: “La fidelidad es cambio”. No solo en los medios, sino en toda la Iglesia. Llamados a ser creativamente fieles. En la Curia, en la doctrina, en la pastoral familiar… Y esto último conlleva un peaje. No hacen falta pruebas.
Al frente de la reforma
Esta aproximación semiótica para escanear al Papa también permite al lector hacerse una idea de por qué Francisco ha elegido a Viganò para estar el frente de la reforma de los medios, como prefecto de la Secretaría para la Comunicación. Sin que Viganò lo pretenda, al adentrarnos en su cocina, uno entiende por qué Francisco nombra ministro a un sacerdote raso, sin pasar por la púrpura. Le pone al frente –y al servicio–, no solo porque sea un apasionado de Fellini. Que también. Sino porque se le ve capaz de extrapolar aquellos planos y secuencias de Ocho y medio a otro tiempo, formato y discurso.
Véase el relato panorámico que elaboró para la retransmisión de la cinematográfica salida de Benedicto XVI del Vaticano. Aquella mudanza a Castelgandolfo en directo fue una puesta de largo en lo televisivo para este cura que, más allá de una audiencia global, logró grabar en la retina del común espectador imágenes de película para la historia como el helicóptero sobrevolando San Pedro o la clausura del apartamento pontificio con las lágrimas de Gänswein. La construcción de esa narración audiovisual evidencia capacidad para contemplar la realidad vaticana, lo mismo desde un plano cenital que a través de un contrapicado.
Fidelidad es cambio revela que la comunicación en Roma es mucho más que Francisco. Pero también que hoy la comunicación de toda la Iglesia pasa por Francisco.
Publicado en el número 3.023 de Vida Nueva. Ver sumario