Un libro de Brendan Sweetman (Sal Terrae / Universidad Pontificia Comillas). La recensión es de José Manuel Lozano-Gotor
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Título: La religión y la ciencia. Una introducción
Autor: Brendan Sweetman
Editorial: Sal Terrae / Universidad Pontificia Comillas
Ciudad: Santander / Madrid, 2016
Páginas: 240
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JESÚS MARTÍNEZ GORDO | ¿Otra introducción a las relaciones entre ciencia y religión? Pues en parte sí, pero en el fondo no. Brendan Sweetman, filósofo de la católica universidad estadounidense de Rockhurst, aborda en ocho capítulos muchos de los temas habituales en este tipo de obras: modos de relacionar ciencia y religión, historia de su interacción, cuestiones metodológicas, teoría de la evolución, naturaleza humana, diseño en el universo, Dios y el mundo, problemas éticos de la genética.
El autor demuestra una extraordinaria capacidad de síntesis, así como el don de compaginar concisión y profundidad. El libro es de lectura ágil, gracias a la claridad conceptual, la precisión argumentativa… y una excelente traducción. Pero lo singular de este texto es su marcado carácter filosófico. Tal es la perspectiva desde la que se enfocan las cuestiones, lo que se traduce en iluminadoras reflexiones (p. ej., sobre el papel del azar en la evolución). No se entra en el campo de la teología propiamente dicha, porque la intención es mostrar la verosimilitud del teísmo, la creencia en Dios, sin mayor concreción religiosa.
A este fin, se sigue una doble estrategia. Primero, subrayar la diferencia entre ciencia y naturalismo (o secularismo). Del naturalismo metodológico de la ciencia en modo alguno se sigue el naturalismo ontológico: la afirmación de que todo lo existente, incluido el hombre, puede explicarse recurriendo solo a causas naturales no es científica, sino fruto de una cosmovisión ya presupuesta. Para ser válido, el naturalismo tendría que explicar la aparición de la vida, así como la singularidad de la mente y la libertad humanas; mientras no lo haga, no es sino una petición de principio.
La segunda estrategia consiste en mostrar que hay sobradas razones para defender que el teísmo explica aquello ante lo que fracasa el naturalismo. El autor aduce tres argumentos clásicos que cobran nueva actualidad a la luz de la ciencia actual: la experiencia del libre arbitrio, la apariencia de diseño en el universo (en especial, las leyes físicas) y la necesidad de una causa primera, origen de todo. Esta es una de las principales vías que hoy sigue la llamada teología natural.
No podemos valorar aquí esta propuesta; baste con señalar dos puntos llamativos. Por una parte, la escasa atención que se presta al problema del mal, abordado en el contexto de la acción divina en el mundo, pero no en conexión con el argumento del diseño. Y por otra, la brecha que se introduce entre la naturaleza no humana, entendida como determinista, y el hombre, el único ser dotado de libertad y, por tanto, no determinado –pero sí condicionado– por causas materiales. Para ello, el autor interpreta los fenómenos cuánticos no como indeterminación esencial, sino como expresión de límites cognoscitivos, y les resta importancia alegando que en el nivel macroscópico se neutralizan.
En esto se separa de la posición hoy mayoritaria en los estudios de ciencia y religión. Es de agradecer que haya quien atice el debate.
Publicado en el número 3.023 de Vida Nueva. Ver sumario