Será el próximo 15 de octubre cuando el papa Francisco canonice a Cristóbal, Antonio y Juan, asesinados por odio a la fe en siglo XVI; la ceremonia se llevará a cabo en el Vaticano
Asesinados por odio a la fe entre 1527 y 1529, Cristóbal, Antonio y Juan, conocidos como los Niños Mártires de Tlaxcala, serán canonizados el próximo 15 de octubre en una ceremonia en el Vaticano, fecha que se confirmó este jueves 20 de abril en la reunión que el papa Francisco sostuvo con cardenales durante el Consistorio Ordinario Público para la Canonización de los Beatos.
Cristóbal, Antonio y Juan fueron los primeros mártires en el proceso de evangelización en los años que siguieron a la conquista de México.
Cristóbal nació en Atlihuetzia, Tlaxcala. Educado por los franciscanos –en cumplimiento de una orden de los españoles–, exhortaba a sus padres a que se convirtieran. Al ver que no lo hacían, rompió sus ídolos y derramó el pulque que guardaban en tinajas, lo que provocó la ira del pueblo y de su padre Acxotécatl, quien lo golpeó con un palo y lo arrojó a una hoguera.
Antonio y Juan, por su parte, nacieron en Tizatlán, Tlaxcala, hacia 1516 o 1517. Antonio era de familia noble, y Juan era su sirviente. Ambos se educaron en la escuela franciscana de Tlaxcala. En 1529 los dominicos, al ir a evangelizar Oaxaca, pidieron a los franciscanos niños para su misión. Entre ellos iban Juan y Antonio, quienes, a su paso por los poblados, ayudaban a destruir los ídolos que encontraban. En Cuauhtinchán, Puebla, fueron asesinados.
En entrevista para Vida Nueva México, el especialista en procesos de canonización y autor del libro El Bueno Camino, Carlos Villa Roiz, considera que los Tres Niños Mártires de Tlaxcala son un ejemplo para todos los misioneros del mundo, especialmente para la infancia misionera, en el sentido de que el celo que tuvieron por evangelizar y ganar almas para Dios estuvo por encima del valor de su propia vida.
Explicó también que “Cristóbal, Antonio y Juan” fueron un puente entre dos culturas: la de sus padres, politeístas marcados por los sacrificios humanos, y la que ellos recibieron de los primeros misioneros franciscanos, de tal forma que “los niños fueron un ejemplo ya razonado entre la fe verdadera y el paganismo dominante en la generación de sus padres y abuelos”.
“A pesar de su corta edad –dice– ellos supieron discernir entre lo verdadero y lo falso, lo trascendental y eterno, y lo mundano. También vale la pena destacar el interés mostrado por la conversión no sólo de sus padres, sino la de toda la comunidad indígena, interés y amor que los llevaron al propio sacrificio”.
–¿Cuál era el contexto en el que los próximos santos mexicanos fueron asesinados?
–América no era un continente deshabitado. Antes de 1494, cuando Colón llegó al Nuevo Mundo, estaba poblado por incontables grupos indígenas, cuyas creencias religiosas iban desde la ingenua adoración de los astros, ríos y animales, hasta prácticas ensangrentadas como el canibalismo y los sacrificios humanos.
Asegura Villa Roiz que el sacrificio de sus vidas sirve ahora para estudiar y entender mejor el lento proceso de evangelización, no sólo en México sino en el continente. “Al ser los protomártires de América marcan el inicio del camino de la fe cristiana, no por parte de los misioneros religiosos, sino de los recién conversos. Al mismo tiempo, su martirio sirvió de argumento posterior para probar que los indígenas eran capaces de recibir todos los Sacramentos, inclusive la Eucaristía, como lo pidió el Papa Paulo III, y también el Sacerdocio, a pesar de las dudas que algunos religiosos tenían sobre la fidelidad que los naturales podían tener a la nueva fe”.
–Pese a que vivieron en el siglo XVI su existencia está bien documentada…
–La historia de los Tres Niños Mártires de Tlaxcala fue recogida de viva voz de testigos presenciales por Fray Toribio de Benavente, Motolinia, y plasmada en el capítulo XV de su Historia de los indios de la Nueva España, de modo que hay la certeza de su historicidad y veracidad de aquellos acontecimientos. Además de Motolinia, que es la fuente primaria, son varios los autores confiables del siglo XVI que hablan del martirio de estos niños, entre ellos, el primer obispo de México: Fray Juan de Zumárraga; el Padre Gerónimo Mendieta y otros cronistas. Además, su martirio fue representado de manera temprana por pintores, y estas obras sirvieron para adornar los primeros templos. Sus restos mortales también fueron rescatados y sepultados en lo sagrado”.
Carlos Villa Roiz calificó de “sabia y justa” la decisión del papa Francisco de elevar a los altares, sin la necesidad de un milagro, a ciertas personas ligadas a procesos históricos muy lejanos, como es el caso de Fray Junípero Serra o de los Tres Niños Mártires de Tlaxcala, cuya documentación y pruebas de fe están más que probadas.
Concluye el también autor del libro De América al cielo: “El papa Francisco es un gran conocedor de la historia de la Iglesia en México, como lo demostró al proclamar a san Juan Diego patrono de los floristas argentinos cuando se desempeñaba como obispo de la Vicaría Flores, en Buenos Aires, y a quien dedicó una parroquia. Esta vez el Papa decidió canonizar a los tres niños Mártires de Tlaxcala, resaltando la importancia tanto de los indígenas como de la infancia misionera”.