Fue empezar a hablar y provocar las risas del auditorio. La religiosa y pintora Isabel Guerra se metió al público en el bolsillo desde la primera intervención. Su ponencia fue diferente. No había papeles. Como su arte, todo estaba en su cabeza. Era un coloquio y como tal lo tomó. Pregunten que ella contesta.
En medio del coloquio suena un teléfono. Para más inri, en la propia mesa. Y eso que al empezar se rogaba que los apagaran. Es el de Isabel Guerra: “Prometo que lo había apagado, pero si yo soy monja, mi móvil es una patata que lo regalan con el Cola-cao”, ha dicho la religiosa ante una carcajada conjunta de quienes le escuchaban.
Ella prosigue con lo que contaba. Pero vuelve a sonar. “Es la provincial”, dice. Isabel Guerra no se corta. Descuelga el teléfono y dice: “¿Sí?”. Las carcajadas no le dejan seguir su discurso.
Con el retrato del Papa que pintó a petición de los obispos españoles al fondo, llega una pregunta. “¿Cómo ha sido la génesis del retrato que le ha hecho a Francisco?”. La monja se explaya. “Miren, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, que está sentado en la primera fila, me pidió que lo pintara, ¿recuerdas?”, ha dicho mientras lo mira. José María Gil Tamayo asiente y ya se le escapa una sonrisa sabedor de lo que va a contar.
Isabel no quería pintarlo en un principio, pero la llamada de Gil Tamayo fue providencial. “Sabe que la realidad es que le hubiera dicho que no, pero he leído algo tan bonito dicho por el Papa que no me puedo negar”, le contestó a la petición.
“Francisco es la puerta abierta que necesitaba la Iglesia, que espero que sea un camino de no retorno”, ha comentado la religiosa. “Todos sabemos que los cambios en la Iglesia son cosa de siglos y ahora vemos que empieza a entrar un poco de aire fresco”, ha continuado. Y ha añadido: “Pido al señor para que cada vez entre más deprisa y cada vez nos sintamos más hermanos en la Iglesia, porque el amor a Dios en Cristo es lo que nos une”.
Isabel Guerra se mostró como una enamorada de Francisco. De hecho, le confesó su amor y el de su comunidad mientras le retrataba. El Papa cambió el gesto y se puso serio. La religiosa se extraño de esa cara. Y Bergoglio la cogió del brazo y le dijo: “Ah no hermana, eso no. Enamórese de Jesucristo”. “Es una anécdota muy simple y muy tonta, pero me impresionó mucho”, ha expresado.
Siguiendo su discurso pro Papa, la religiosa, sin pelos en la lengua, ha afirmado que “su peculiaridad es que suelta cosas por la boca que nunca hubiera dicho un papa”. Sin embargo, “muchos se asustan, pero muchos otros nos maravillamos y espero que sigamos maravillándonos”.